Casi siempre la búsqueda es una constante en los poetas. La poesía se diferencia de la prosa, a mi manera de ver, en la profundidad de la que nace. No es lo sencillo, lo que todo el mundo puede entender, tan fácil de escribir como pueda parecer en principio. Hay algo que nos atrae, que nos identifica con el alma de quien escribe con palabras salidas de la entraña. Pueden ser, incluso palabras coloquiales, de las que se utilizan en una conversación normal. Lo misterioso, lo inexplicable, es que con esas palabras colocadas en función de una manera de sentir, alguien pueda emocionar. Creo que la poesía, para salir de ese enclaustramiento en el que sobrevive, debe atreverse a ser humilde, a crear emociones desde la sencillez. No es este comentario un atentado contra ninguna forma de poesía, porque la poesía, en primer lugar, es arte y como tal, puede presentarse de mil maneras diferentes. Es sólo una apreciación de alguien a quien su intelecto no da para más.
Esta nueva entrega pretende hablar de esto de manera poética. Espero haberlo conseguido
Nuevas palabras. O
cambiar las formas.
Decir de otra
manera, Buscar otros propósitos.
El de ser, por
ejemplo, más sincero.
El de darle a las
cosas el sentido
con el que todo
existe. Los poemas
son improntas de
vida, ramalazos
de esa intensa
tormenta en la que somos.
Cuando uno lo
descubre, cuando llega
a ese lugar del
ser en el que el tiempo
es más un aliado;
cuando acaso
ya no queda más
tiempo que el del verso
protegiendo,
precario, el andamiaje,
es la hora -y no
valen prebendas-,
de llamar a las
cosas por su nombre.
Pesa menos el
mundo. La mirada
se posa como un
pájaro, sin prisa,
con esa precisión
que la costumbre
pone en la
liviandad de nuestros gestos.
Así el poeta sabe
que ha llegado
a las nuevas
palabras, las que nacen
de la propia
experiencia, liberadas
de adornos o de
afeites engañosos.
Y cuenta sus
vivencias mansamente,
porque la
mansedumbre es una ciencia
difícil de
aprender. Cuestión de vida.
Cuestión de
desengaños, de derrotas,
de hacerse o
deshacerse pulso a pulso
como dunas de un
único desierto.
Desnudar la
palabra, ese es su anhelo,
presentarla recién
amanecida
con olor corporal,
con desaliño,
auténtica en su
forma y en su fondo
Ya es su decir
tranquilo; de maestro
que quisiera
evitarnos sus fracasos;
de amigo fiel a
pie de confidencia.
Sabe, el poeta
bien sabe que es difícil
la meta
perseguida; que el poema
tendrá tantas
lecturas como ojos
indaguen en su
centro. Pero intenta
-palabra que lo
intenta- ser coherente
con esa nueva
forma de asomarse
a los pliegues
profundos del poema.