He cruzado la plaza de mi pueblo. Es una plaza cuadrangular,
hermosa, cortada a la circulación -lo que le da un armonioso toque de
paz-, con unos soportales de tipo
colonial bajo los que el tiempo parece
susurrar su sempiterna letanía. A ella dan la cara la Iglesia de la Asunción, edificio
de hermoso pórtico, coronada por una esbelta torre que es referencia para todos
los que están y los que regresan., el Palacio Municipal donde se ubica el Ayuntamiento, elegante edificio que
ocupa uno de los vértices de la plaza, la oficina de Correos y Telégrafos,
algún bar, y casas de vecinos que conservan una edificación acorde con el
entorno.
La plaza es hermosa. Siempre fue hermosa. A pesar de las
muchas remodelaciones que ha conocido. Primero fue de tierra; después
adoquinada, posteriormente cuando los vencedores de la contienda española
cogieron el poder, la ajardinaron dejando un tramo alrededor para circulación
rodada. Plantaron en ella espigadas palmeras que, vaya usted a saber por qué,
aún subsisten a pesar de la aridez del clima. Son esbeltas, altas y escasas de
ramaje, pero son todo un símbolo. En aquella época de vencedores y vencidos se
olvidó a los vencidos y se levantaron mausoleos en honor a los caídos por Dios
y por España. Como si sólo hubieran caído los de un bando. Después, muchos años
después, cuando los españoles pudieron decidir, alguien pensó que aquél
monolito estaba mejor en el cementerio y lo sustituyeron por una fuente con
palomas y una lectura que despertaba emociones: IGUALDAD, JUSTICIA, LIBERTAD,
PLURALISMO POLÍTICO. Aquello era una apertura hacia la Democracia. Era tan
emocionante que yo le hice un poema que empezaba diciendo: “Le nacieron palomas
a la plaza…” –algún día lo subiré a este blog-. Fue por último, demolida de
nuevo con el ánimo de crear un lugar de encuentro. Volvió a ser diáfana, a
recordar orígenes, a hermosear los bocados que le dan las calles que en ella
confluyen…
Yo, a la plaza, siempre la he visto hermosa, incluso cuando
no entendía lo del monolito por mi corta edad. Pero es ahora, cuando creo que
verdaderamente cumple su función como plaza. Creo que van a remodelarla de
nuevo porque el pavimento no parece responder a las expectativas que en él se
pusieron. Pero eso es otra historia…
En las fotos que los historiadores conservan en blanco y
negro se puede ver que en principio fue mercado y cruce obligado para carros y
ganados que iban hacia Andalucía o a coger la Cañada Real Soriana. Y lugar de
encuentro, donde los hombres del campo aguardaban a que los propietarios de las
fincas fueran a buscarlos para la poda, siega, vendimia y otras muchas faenas
agrícolas. También daba lugar a la charla despaciosa los domingos, cuando el
tiempo no contaba tanto como cuenta ahora.
Esta mañana, como
digo, crucé por la plaza. Y volví a leer las palabras que han vuelto a
refrendar, sobre las losas del pavimento, los deseos de JUSTUCIA, LIBERTAD,
IGUALDAD y PLURALISMO POLÍTICO. Pero ¡ay!, están renegridas casi perdidas por
el desgaste y la suciedad.- Y he pensado si eso no sería un síntoma de la
actual situación por la que atraviesa España, donde la JUSTICIA parece tener distintos raseros para medir a
los encausados y es tan lenta para su resolución como un hipopótamo en su
barrizal; la LIBERTAD es un señuelo para atraer incautos, la IGUALDAD brilla
por su ausencia y el PLURALISMO POLÍTICO se ve que no, que quien manda, manda,
y no gobierna. Porque, a mi modo de ver, gobernar se debe basar más en el
consenso que en la confrontación. Pero eso también es otra historia…
Hoy sólo quería hablaros de la plaza. Pulmón de nuestro
pueblo: raíz e identidad de quienes, por razones, tuvieron que apartarse un día
de su cobijo. Y siempre, siempre, corazón a ras de suelo…
Algún día continuaré desde este punto...