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martes, 25 de marzo de 2014

VILLAPAQUITA.

La casa es un escombro , pero aún así , tiene una distinción inusual en las quinterías de estos pagos. Siempre me pareció el sueño de amor de algún rico hacendado de principios de siglo...

Yo era pequeño - apenas un zagal - cuando acompañaba a mi padre en las frías mañanas invernales , arrebujado en la manta gañana y soportando el traqueteo del  carro por el tortuoso y bacheado camino .Clareaba el día cuando llegábamos a la altura de la casa situada como a un kilómetro de los aledaños del pueblo ; estaba protegida por unas zarzas de las que salían en desbandada , asustados por el ruido de las llantas , un enjambre de pequeños gorriones que en un ir y venir nervioso , revoloteaban a nuestro alrededor inquietando a "la Naranja" que levantaba las orejas en un gesto asustadizo...

.- Villapaquita . Decía invariablemente mi padre, recordando quizás su esplendor de otros tiempos.
.- Villapaquita. Contestaba yo imaginándome a la dama que respondería a aquél diminutivo. Y soñaba...
El trayecto hasta la casa debió estar flanqueado por un hermoso paseo de pinos, pues aún ahora, centenarios ya, y diezmados por las enfermedades y la sequía, siguen prestando calidez al lugar.

                        Por aquél pequeño paseo yo veía en mi sueño caminar a Paquita en las soleadas horas de unas bucólicas y primaverales mañanas. Apenas acerté a distinguirla en un par de ocasiones, pues no se acercaba al camino en exceso. Era hermosa; bueno, decir hermosa no es suficiente. Era la mujer más hermosa que debía existir sobre la tierra  (reconozco que con aquella edad, la tierra para mí se reducía a la existente entre el pueblo y la quintería donde pasábamos la semana trabajando los campos. Y las mujeres que conocía se podrían contar con los dedos de una mano y sin salir de las del entorno familiar) ; su piel era de seda y era su rostro un sueño virginal ; su pelo rubio, peinado en tirabuzones le daba un aspecto frágil aniñado y dulce. Yo cruzaba despacio, mirando entre las zarzas aquella sublime aparición embobado e incrédulo...

.-¡ Que te duermes...- advertía mi padre al ver mi expresión soñadora- y te vas a caer del carro!.
Rota la ensoñación, volvía la vista atrás y mi corazón se sentía lastimado al contemplar la soledad y el abandono del lugar.
.-Padre ¿ de quién era esa casa ?
.-Dicen que la hizo un farmacéutico bastante adinerado, para pasar aquí los veranos junto a su familia.
.- ¿ Los llegaste a conocer ?
.- Al farmacéutico sí, pero no a su familia; desde que yo ando por estos caminos la casa siempre ha estado deshabitada.
Iniciaba mi padre alguna canción con su bien timbrada voz, mientras con el látigo azuzaba a la mula que se iba reteniendo como adormilada.
.- ¡Naranja… ! , - decía interrumpiendo su canción para seguir inmediatamente haciendo moderados gorgoritos.

Mi padre era feliz. No le pedía nada a la vida; le gustaba el campo, la vida al aire libre... y disfrutaba haciendo las duras tareas en interminables jornadas de sol a sol. Yo lo miraba un poco entre la duda de si sería como él o seguiría un camino distinto. No me gustaba el campo;  era duro, inhóspito, triste. No me gustaba dormir en la saca, ni escuchar el manoteo de las mulas mientras  se acrecentaban los ruidos de la noche. Me daba miedo el zumbido del viento o la inmensa oscuridad que nos envolvía; echaba de menos a mi madre que se quedaba en el pueblo cuidando de la casa y de los más pequeños. Yo no era feliz: Decididamente, no era como mi padre.

Tendido en el poyo, sobre la saca de paja, contemplaba las últimas brasas del fuego rumiando mi desdicha. Y soñaba...
Aquella dama delicada y hermosa era mi madre. Con qué dulzura me trataba... Reían sus ojos al mirarme... ¿Mi madre ?¡ No podía ser mi madre! Parecía tan joven... Ah sí  ya sé :era mi hermana; jugábamos los dos por entre los pinos, embriagados de sol...
.-Mira, Paquita, allí hay un nido ¿ quieres que suba a cogerlo ?.
.- ¡No !  Pobrecitos... Ven vamos a saltar...
.- ¡Pero Paquita!... Saltar es de niñas...
.- Anda, ven, aquí nadie te ve...
¡Qué dulzura tenía en su voz!... ¡Era tan hermosa…!
Pero ¿quién ha dicho que era mi hermana? ¡Yo no quería que fuese mi hermana! ¡Ni mi madre…Los sentimientos que afloraban en mi corazón no eran los que sentía hacia ellas;  estos eran dulces , armoniosos... Y me producían un cálido embeleso...
Definitivamente, Paquita era mi novia...

.-Quinto levanta, tira de la manta...- cantaba mi padre abriendo la puerta para que el sol anegara la humilde estancia - ¡Vamos perezoso que hay mucho trabajo por hacer!
Se había roto el embrujo. El sol hería mis ojos despertándome a la realidad; una realidad que volvería a ser áspera y dura; un poco menos, hoy, con el recuerdo de esas imágenes ¿vividas?  en ese mundo misterioso y mágico de los sueños.

Porque eso, los sueños, era lo único que yo poseía con ese sentido de propiedad que veía a mi alrededor: mi tierra; mis mulas; mi casa; mis hijos ...Yo tenía mis sueños para darles la forma que quisiera; para inventarme una vida donde los sentimientos dulcificaran mi existencia; para sentirme grande y volar a esos parajes donde todo era posible...
¡Villapaquita…!.
Ella se asomaba al pequeño balcón de la planta alta; la orientación de la casa era perfecta para contemplar la salida del sol; alguna vez vi sus ojos, de un azul purísimo, anegarse de llanto ante este pequeño milagro.
.- Paquita, yo...
.- Calla, calla... No es nada. ¡ Soy tan feliz…!
Se refugiaba entre mis brazos; entre mis pequeños brazos de niño soñador.
.- Paquita...
.- No digas nada. Esto es solo un sueño y a los sueños no les hacen falta palabras...

Transcurrió la semana, lenta, monótona. Escaseaba el hato y era obligado volver al pueblo. Mi padre aparejó la mula y yo la enganché al carro. Mi corazón brincaba... ¿ Era un sueño .o estaría ella en la casa ?...
La mula aligeraba el paso , la guiaba la querencia de su cuadra confortable; de su pienso abundante , de la limpieza semanal ; de alguna manera la mula intuía que aquello era su descanso.
A mí me crecían las dudas, el miedo, la desventura . Porque la casa estaba allí, solitaria y triste como tantas veces; sumida en  el olvido de las pequeñas historias que solo saben los viejos del lugar...
.- Padre ¿qué pasó con los dueños de Villapaquita?
.- ¡Ah, eso...! Dicen que la mujer, que era muy guapa, tenía una enfermedad incurable; debía ser tuberculosis. La traían aquí para ver si el contacto con la naturaleza podía devolverle la salud. Pero no fue posible y murió. Desde entonces la casa se cerró a cal y canto. Nadie ha vuelto a habitarla en todos estos años. Cuando yo tenía tu edad venía con mi padre por este mismo camino. Recuerdo que alguna vez soñaba con una mujer dulce de suaves maneras...

Villapaquita se quedaba atrás; con su embrujo y sus fantasmas. Con mis sueños y con los sueños de mi padre... Y yo llegaba a la casa, donde mi madre, con un gesto de madre, me restituía el amor que durante aquella larga semana , yo tanto había echado de menos...