No sé si recordarán el caso de Elian. Ocurrió hace bastantes años. Las televisiones se hicieron eco del suceso y lo utilizaron como carnaza para emitir noticias y más noticias. Era la historia de una tragedia en una patera que trataba de salir de Cuba. Yo escribí el artículo que ahora rescato y que traigo a este blog porque aún la situación que planteo sigue produciéndose.
Sobre el alma curtida de la Tierra se aloja
un nuevo llanto. Acaso será el llanto más contado de la Historia desde que el
rey Boabdil entregara la ciudad de Granada y su madre con una arrogancia
inusual en una madre le dijera aquello de ALlora como mujer lo que no
supiste defender como hombre@. Y es que la historia se nutre
de momentos, de pinceladas, de circunstancias que casi nunca han contado los
protagonistas. Seguramente el rey Boabdil tendría una contestación para aquella
lapidaria frase; posiblemente, llorara también por aquella muestra de rigor e
incomprensión con la que pasaría a la Historia tan a su pesar.
Son esos instantes los que anulan la
verdadera trama por la que transcurre la vida; esa vida que llora en tantos
lugares del planeta y a la que estamos tan acostumbrados que ya sólo nos
produce indiferencia.
El llanto de Elian tiene varias etapas: La
primera - que no llegaron a captar las cámaras-, fue un llanto de desolación
frente a la inmensidad de un mar que le había arrebatado del último abrazo de una
madre angustiada. Un llanto que no entendía de ideologías ni de razones para
arrojarse a las tinieblas en busca de la libertad; un llanto desposeído del más
mínimo rencor hacia quienes provocaban situaciones tan dramáticas desde las
poltronas del poder insensato.
Fue después el llanto convulsivo de quien ve
que la vida le abre de nuevo los brazos, aunque estos fueran rudos brazos de
marinero, tan distintos de aquellos otros que el agua se llevó cuando más los
necesitaba.
Pero no terminaba aquí el llanto del pequeño
superviviente que, de la noche a la mañana se vio rodeado de todo lo que nunca
pudo imaginar. De pronto era el Rey del Mundo y fue su llanto, esta vez indefinible,
una muestra más de la equívoca unción con la que nos atrapa el consumo. Fue suficiente
tan corto espacio de tiempo para que un pequeño ser, zarandeado por todas las corrientes que hacia él se
dirigían, se manifestara como el epicentro de una convulsiva guerra dialéctica
en pro y en contra de su posible destino. )Qué destino podría ser mejor que
el de no haber tenido que desprenderse tan trágicamente de los brazos de su
madre?
Sin embargo, no parece importar a nadie la
dramática razón de la situación del pequeño Elian. Todos quieren ponerse la medalla
del humanismo, de la solidaridad, de la entrega generosa. Sus familiares
exiliados, los cubanos exiliados, los cubanos de la isla, el mundo entero
dividido sobre la manera con la que se debe actuar en esta delicada situación.
No
entraremos en valoraciones sobre el cómo se debe solucionar este problema; pero
sí lo haremos sobre el porqué. Y el porqué no es otro que la opresión que se
ejerce sobre un pueblo sometido a una férrea dictadura; una opresión endulzada
con los cantos de sirena de unas consignas arcaicas y fuera de lugar que
prometen un paraíso a todas luces imposible. Es probable - es seguro- que el
mundo necesite una nueva remodelación de sus ideologías para que nunca puedan
existir situaciones de fuerza que anulen al individuo. Claro, que mientras
tanto, tendremos que escuchar muchos llantos sobre esta Tierra que, lo
entendamos o no, es la Tierra Prometida.
Al llanto de Elian, al terrorífico llanto
provocado por la absurda manera de dar fin a este asunto -)No habrá cuerpos de psicólogos
especializados en tragedias?- debemos unir los llantos silenciosos de quienes
mueren sin sospechar siquiera que existe otro mundo; el llanto silencioso de
quienes llegan a la vejez desprovistos del más elemental derecho humano: el del
amor; el llanto silencioso de quienes ni cuenta llevan ya de los días que hace
que no han comido; el llanto de los supervivientes de las bombas de Nepal o de
Hiroshima ; el llanto de las víctimas de todas las guerras provocadas por la
incomprensión y el fanatismo. El llanto...
Y, como siempre, la pregunta que nos muerde,
que nos corroe, que nos llena de impotencia ) Qué puedo hacer yo? También
nosotros podamos hacer algo al respecto: Ser críticos con quienes tienen el
poder; exigirles que en sus programas se planteen soluciones globales, acuerdos
internacionales, medidas integradoras para que la humanidad -Una- sea
merecedora de habitar sobre esta tierra. Es posible. Hoy, es posible.