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sábado, 31 de mayo de 2014

LLUEVE SOBRE MADRID

En las últimas semanas, en los últimos días, esta mañana... los políticos no se cansan de repetir las consignas. Ahora vamos mejor. Y mucho mejor que iremos (aunque eso no lo dicen) cuando suban el IVA. Parece como si al cruzar el ecuador del tiempo que corresponde a cada mandato, hubiera que irse planteando las siguientes elecciones con mensajes triunfalistas que nadie se cree como han demostrado las últimas elecciones al Parlamento Europeo.

Por eso, quiero dejar en este blog, hoy mejor titulado que nunca "LAS VOCES DEL SILENCIO", un artículo que escribí en su día pero que, por desgracia, sigue teniendo vigencia:


Llueve sobre Madrid,, sobre los leones del Palacio de  las Cortes, sobre la sangre que las  heridas que la democracia debiera  cauterizar dejaron en el asfalto, sobre las esperanzas de quienes  presagian un futuro incierto, sobre tantos y tantos propósitos como nos anuncian quienes dicen tener en su mano la salvación de España… Llueve  sobre la libertad de expresión,  sobre las manos abiertas, sobre la indignación de quienes ya no aguantan de pie sobre su miseria, sobre los desahuciados, sobre los inmigrantes que un día nos parecieron la salvación, sobre los emigrantes  -los nuestros- que ya no pensaban volver a salir del suelo patrio y  ahora vendimian en el sur de Francia, o despachan te en las teterías del viejo  París, o trabajan en Zara de Vía Lafayette,  sin que sus  luchados títulos de arquitecto, de médico, de psicólogo, de ingeniero, -pongan en todos el femenino-,  les sirvan para mucho. Llueve…

Pero no es el agua, benefactora por excelencia, la que borrará las huellas de la batalla campal del 25 S, la que se llevará en la fuerza de su corriente los ecos de la desolación, el grito de auxilio de quienes se atreven –porque hay muchos más que no nos atrevemos, que tenemos miedo o que, simplemente, miramos hacia otro lado-.

Hoy el agua forma ciénagas, atasca los embornales, se hace torrente  y arrasa con su fuerza todo lo que encuentra a su paso. No, no es el agua vivificadora que todos esperábamos. Urge limpiar los escollos para que la fluidez de su recorrido nos deje una sensación de paz en el corazón. Y en las calles.  Para que a las puertas del congreso se vaya a vitorear y a celebrar  nuestra democracia. y no a otra cosa.

Ha pasado la hora de buscar culpables,               de llevarse las manos a la cabeza por lo que hoy toca hacer para paliar el despilfarro de quienes nos dejaron de esta guisa. Ha pasado la hora de los enfrentamientos verbales y de los otros  más contundentes- como el del 25S a las puertas del Congreso de los Diputados. Alguien tiene que darse cuenta –por favor que se den-de que lo único que nos divide es la dignidad, la que se pierde cuando se pierden el trabajo y las referencias, la que nos amarga convirtiendo en bilis nuestras intenciones.

Ya no sé si creo en los políticos, en sus mensajes electoralistas que olvidan nada más llegar al poder. Hubo un tiempo en el que sí creía, en el que veía a personas comprometidas con la sociedad, en el que se daban pasos para salvar diferencias, para conseguir mejoras sociales. Después, no sé por qué, vino la debacle. Y todo se volvió turbio. Y llegó la corrupción. Y se olvidaron de la democracia.

No me gusta que un ministro diga que la policía se portó espléndidamente pese a sus brutales  cargas, porque se supone que un ministro no es un policía, que un ministro lo es para evitar  precisamente eso, los enfrentamientos.
Las armas de la Democracia no deben ser las porras, ni las escopetas que disparan balas aunque sean de goma. Las armas de la Democracia deben ser las palabras, y si estas no son capaces de solucionar los conflictos habrá que echar mano de los referéndums,  porque en último extremo, debe ser el pueblo quien decida  quién y cómo nos deben gobernar
Y lo primero que en política debe venirnos a los ojos  es que quienes nos representan,  aquellos que con nuestro voto se hicieron cargo del gobierno, están luchando por nuestros intereses, por los mismos intereses que proclamaron en  campaña electoral. Porque hacerlo de otra manera es traicionar al electorado por mucho que las circunstancias, cuya interpretación siempre será subjetiva,  alarmen a nuestros dirigentes.
A nadie nos hubiera importado  apretar nos el cinturón hasta el estrangulamiento si lo que nos dijeron con la seguridad y la rotundidad con que lo hicieron, lo hubieran llevado a efecto. Léase no a la subida de impuestos, no a la privatización de las instituciones públicas,  y tantas hermosas palabras con las que nos vendieron el cambio.  O si nos hubieran dicho con la misma rotundidad, que las medidas a tomar, eran las que se están tomando porque no había otra salida. Eso es lo que se espera  de los políticos, sea cual sea su signo: Sinceridad.

Una sinceridad que evite unos enfrentamientos que provienen de la indignación  de  quienes, cansados de tanta mentira,  faltos de esperanza y de futuro se dan al recurso del pataleo como única medida de protesta.  Nunca unas manos abiertas debieran provocar violencia. Nunca unos gobernantes debieran justificar el empleo de la fuerza represiva.


Si  la Democracia no sirve para salvar diferencias, ¿para qué sirve?

jueves, 29 de mayo de 2014

RECORDATORIO. (en memoria de D. Joaquín Moreno Chocano)


Este es uno de esos escritos que, como tantos, duermen en el cajón de mi escritorio. Gracias a esta herramienta puedo darlo a la luz como homenaje al que fuera párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Manzanares, por quien únicamente fue escrito.



A una persona se la puede conocer desde los distintos ángulos por los que proyecta su personalidad. Para unos será bondadosa, para otros inteligente, para aquellos simpática, para los de más acá arrogante...y es esta manera tan superficial de conocimiento, la que  nos da pautas para hablar y hablar como si estuviéramos en posesión de una verdad que ni el propio sujeto se atrevería a dar como cierta.

No está de más, cuando se trata de hacer una glosa, abundar en las excelencias y cualidades que adornan al homenajeado (máxime si éste ya ha dado su cuerpo a la tierra), pues es, casi siempre, la única manera de reconocer, post morten, lo que por pudor, timidez, o cualquier otra circunstancia, no se ha reconocido en vida.

Este recordatorio, que no pretende ser una glosa, pues no alcanza mi conocimiento del personaje hasta tal punto, si es, sin embargo, un emotivo chispazo, una de esas improntas en las que el alma del que habla se te cuela directamente al corazón.

Íbamos, pura coincidencia, D. Joaquín Moreno Chocano y yo, hacia Valencia. No nos vimos en el andén de Manzanares, pero quiso la casualidad., que lo hiciéramos en el vagón restaurante y compartiéramos una de esas comidas preparadas, que alguien pensó, con poco acierto, para dar un servicio rápido y sin excesivo costo de personal.

Teníamos un largo trayecto por delante y comenzamos a hablar de nuestras cosas personales (nos contamos algún pasaje de nuestras vidas, vaya). Aquella conversación ocupó el rincón de las anécdotas y sólo la recuperé en contadas ocasiones. Es hoy, cuando la ausencia de este hombre pesa sobre sus propias palabras, la ocasión propicia para darlas a la luz,  por lo que de ejemplares y humanas tienen:

"Cuando inicié mi sacerdocio, me destinaron a un pequeño pueblecito de la sierra. Era mi primer destino como párroco y en él puse todo mi empeño e ilusión. Como es de esperar, nada extraordinario podía sucederle a un joven sacerdote en un lagar de tan pocos habitantes, si no era la especial simpatía que provocaba por su juventud y buena disposición.
Una vez acoplado al lugar, mi vida se hizo un tanto rutinaria, y una de mis  ocupaciones
favoritas en el tiempo libre que me dejaba la parroquia, era dar largos paseos por las afueras de la población, extasiándome de la belleza de aquél paisaje rural.

En uno de aquellos paseos coincidí con un anciano de aspecto huraño que, según referencias, había pertenecido a la CNT. Yo lo sabía por medio de esas lenguas avisadoras que en todo pueblo que se precie hay, pero no me pareció motivo como para evitar su compañía. Así que, decidido, inicié una conversación con aquel hombre que resultó ser un ameno contertulio
con el que valía la pena hablar.

Me llamaba niño, un apelativo que supongo fruto de nuestra camaradería, y que a mí me agradaba  tal vez porque me recordaba a mi propio abuelo:

-Niño - me decía- no te juntes conmigo si no quieres tener una reputación que no te conviene.

La verdad es que nunca pensé que aquella amistad pudiera traerme consecuencias graves. Era una de las ovejas de mi rebaño y yo era su pastor.

Con el tiempo, nuestra amistad se hizo entrañable. Nunca fue a la iglesia, pero aceptaba mis teorías y mis convicciones como si la verdad que en sus ideales había buscado, saliera por mi boca.

Fue un domingo lluvioso. Yo estaba oficiando Misa Mayor y vi, azorada, a la anciana que desde la puerta del templo me hacía señas urgentes de que algo grave estaba ocurriendo. Convencido de que aquella situación requería mi presencia, suspendí la ceremonia religiosa y acompañé a la mujer hasta su casa. Mi amigo, el viejo idealista estaba agonizando. Aún tuvo fuerzas para mirarme y decir:

-Estás aquí, niño.

Mi amigo murió con una de sus manos entre las mías mientras en un último esfuerzo intentaba repetir el Padrenuestro con el que yo suplicaba su entrada en el Reino de los Cielos"

La historia era así, más o menos ajustada a mi recuerdo. Los ojos de D. Joaquín,  brillaban con la misma luz con la que debieron brillar en aquellos primeros años de entrega a su sacerdocio. Y yo supe que estaba escuchando a un buen hombre.

martes, 27 de mayo de 2014

SOBRE LA CRÍTICA (un exceso de huevos)




A veces, la acidez, es fruto del exceso. Sabido es que después de grandes ingestiones, uno tiene que echar mano del bicarbonato o de la sal del fruta AENO@, para regular las disfunciones que se obran en nuestro estómago. Ni que decir tiene, que el resultado es obvio, y que después de tres o cuatro buenos eructos, vuelve la normalidad y nos sentimos tan ricamente.

Algo parecido, y permítaseme la comparación, ocurre con la crítica cuando ésta excede a su justo cometido en una sociedad democrática. Porque lo que es evidente es que la sociedad debe ser democrática para que la crítica sea permitida. (Cuántos críticos, buenos críticos, se han perdido en las dictaduras, que hubieran podido elevar su función a la categoría de Arte Mayor! Pero había que callar y tragarse todo lo que nos fueran echando por mor de no ser catalogado como Adesafecto@ (se las trae la palabreja).

Yo, que ciertamente nunca me he considerado capaz de la crítica, reconozco no haber tenido mayores problemas en la vida cuando, ésta, la crítica era imposible. Todo es cuestión de circunstancias: Calla el padre, calla el hijo. Si el padre no habla por algo será. Y todo transcurre sin más trascendencia. Si uno veía un burro volando se decía: Apues no sabía yo que los burros volasen@. Y así, los unos hablando por lo bajini, los otros acostumbrados a no hablar, hubiéramos pasado la otra mitad de nuestra vida sin atrevernos a levantar nuestra voz, por muy aflautada que ésta sonara

Hoy, afortunadamente, todos podemos hablar: los que saben y los que no sabemos. Y todo porque un buen día se instaló la democracia en nuestro país. Y alguien dijo: podéis hablar. Desde entonces han proliferado los iconoclastas, los pragmáticos, los biempensantes, los limpios de corazón, los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. Y como si nunca hubiera sido de otra manera, nos hemos puesto a largar, hasta tal punto, que se ha llamado a los medios de comunicación, el cuarto poder, tal ha sido la fuerza de la palabra durante tantos años amordazada.

Pero ha sido tal la ingestión que la liberalidad ha producido que, inevitablemente, se ha manifestado la acidez, la pesadez, la reiteración, la mala leche... todo en dosis de escándalo.


Me viene a la memoria uno de esos cuentos con moraleja; de los que el vulgo eleva a la categoría de axioma: Entró aquel muchacho de  aprendiz de carpintero cuando los aprendices eran como pupilos del maestro, es decir, dormían y comían en la casa. La primera mañana, la mujer del maestro le puso de almuerzo un huevo cocido y el maestro lo mandó a aserrar troncos para que fuera aprendiendo a manejar tan difícil herramienta. Ligero y animado por el frugal almuerzo cogió un ritmo rápido que acompañó de esta cantinela : AComo un huevo, como un huevo, como un huevo...@; vista por el maestro la celeridad que el huevo había infundido al aprendiz,, aconsejó a la mujer que al día siguiente le pusiera dos huevos como almuerzo para ver hasta dónde podía llegar la rapidez del muchacho. Satisfecho por la mejora en el almuerzo, el mozo, cogió un ritmo algo más acelerado que el del día anterior y lo acompañó de parecida cantinela: AComo dos huevos, como dos huevos, como dos huevos...@,  repetía incansable. Esto marcha, se dijo el maestro, y volvió a sugerir a la mujer que aumentara los huevos del almuerzo. Así lo hizo y al día siguiente le puso tres de los más hermosos que había en el gallinero. El zagal supo con la vista que aquello era demasiado y los comió con recelo; y en efecto, notó cómo el tercero le producía cierta pesadez en el estómago. Cuando el maestro lo mandó a aserrar, el muchacho se encontraba verdaderamente mal. Con desgana, y con un ritmo lentísimo, comenzó a manejar la sierra diciendo Atanto lo más como lo menos, tanto lo más como lo menos...@
Y es esta moraleja, la que humildemente creo que se debe aplicar en todos los órdenes de la vida, y más concretamente en lo que en este artículo pretendo manifestar:  el equilibrio debería ser la virtud más ponderada de todo crítico que se precie de serlo. El respeto a las instituciones y a las personas que las rigen (ojo, que nadie lea vasallaje o servilismo), no está reñido con la firmeza en el decir si verdaderamente hay que decir; de la misma manera, que  el elogio ante una gestión bien realizada, no es síntoma de debilidad o de amiguismo.

Piénsese la crítica, fundaméntese el motivo y téngase la magnanimidad suficiente y exigible a toda persona que se atreva a erigirse en valedor de opiniones.

No sea que, como al aprendiz de nuestro cuento, se nos indigesten los huevos.

domingo, 25 de mayo de 2014

AURAS

A  veces uno, nota nada más poner los pies en el suelo, que alguna energía negativa quiere jugarle una mala pasada. Es un presentimiento, o ni siquiera eso.Es la sensación de que hoy las cosas no van a rodar demasiado bien. Suele ocurrir lo contrario por regla general, porque los sobresaltos casi siempre te pillan descuidado.

Pero hoy el día no transcurría demasiado mal, si no fuera por los cotidianos problemas: un paquete a portes debidos, una mercancía defectuosa, la modista que se retrasa en la entrega del trabajo...Nada nuevo y nada imprevisto.

  Casi a la hora de cerrar, se deja caer algún viajante que quiere aprovechar esos últimos minutos para evitar perder, esperando, toda la siesta. Hoy, era mi amigo el lama, hombre de exquisitas maneras el que, con renovados argumentos, pretendía demostrarme la necesidad de tener sus productos en mi establecimiento. Como quiera que la ocasión no era propicia,di por zanjada la cuestión, si bien para suavizar mi negativa, aludí a la crisis, al exceso de existencias, al desánimo...Cosas por otra parte que no se apartaban demasiado de la realidad de mi estado de ánimo.Mi amigo el lama, excelente conversador, intelectual destacado y profundo conocedor de la religión budista, sopesó mi respuesta y en un inevitable deseo de animarme, comenzó a hablarme del "chacra" gris que rodeaba mi cuerpo, que viene a ser algo así como un aura negativa que me envolvía, aniquilándome.

La verdad es que soy receptivo a todas aquellas manifestaciones que tratan de explicar la verdadera concepción del ser humano, o el fin para el que hemos sido creados, o las diversas formas de vida después de la vida.Reconozco también que la limitación a la que trabaja un cerebro normal impide conseguir mayores niveles de conocimiento, percepción, sensibilidad, etc.,que un cerebro superdotado. Pero hasta ahora, salvo en la ciencia ficción no conocía humanos con los poderes del extraterrestre Supermán.

Bromas aparte,y aún aceptando que algunas personas puedan ver e interpretar el aura que nos envuelve, la vida de cada cual transcurre como puede. Las energías, positivas o negativas son fruto de una sociedad que casi siempre nos tiene insatisfechos porque eso es lo que conviene a sus propósitos. Buscar salida a esta insatisfacción es lo que pretenden las religiones de todo el mundo, con promesas de vida futura, o de reencarnación. La sabiduría, si se pudiese, consistiría en dar de lado a todo este tinglado y escaparse al desierto o a una isla poblada de cocoteros en compañía de lo que a cada cual apeteciera.. Lo demás son teorías indemostrables que solo sirven para atenuar en lo posible la inmensidad del vacío.

Quien pretende escaparse de la excelsitud del cuerpo está negándose el privilegio de gozar de ese mismo cuerpo: De sentir, de oler, de gustar, de contemplar, de escuchar. Aquí y ahora.

Las otras vidas, y me gusta pensar que existirán, serán otras formas de vida: espirituales, o de cualquier otro tipo. Y serán vividas de la forma que mejor se adapte a la dimensión que corresponda, o a la materia de la que estemos formados.

Después de todo, mi amigo el lama tiene razón, pero no porque contemple mi aura, sino porque está viéndose reflejado en mis propias cavilaciones, que son las de cualquier mortal en su lucha diaria por sobrevivir.

domingo, 18 de mayo de 2014

DOS HISTORIAS ANÓNIMAS

Pedro tendría ocho años, nueve a lo sumo, aunque sus ojos parecieran los de un hombre de sesenta. Era menudo, renegrido, fibroso. Visto desde arriba, semejaba un sable. No sé por qué me viene a la mente esta comparación, pero eso me parecía: con su pelo en forma de panocha, descuidado y mugriento, sus hombros no muy anchos que bajaban hacia un cuerpo enjuto y liso del que pendían las extremidades como desmadejadas, como si no hubieran sido creadas para fin alguno.
Pedro -yo le llamo Pedro, aunque en realidad no sé su nombre- era gitano, o rumano, o un gitano de Rumanía; un inmigrante, en definitiva, de los muchos que comenzaban a pulular por el pueblo desde hacía meses.
Yo lo había visto en diferentes ocasiones por los lugares comunes de la población y siempre me llamó la atención la seriedad de sus ojos; deambulaba como esos perros callejeros en busca de comida que no parecen ir a ninguna parte. Ya sé que la comparación es degradante, pero decirlo de otra manera no dejaría de ser un eufemismo. Quiero decir, que no era un niño al uso de los de nuestra opulenta sociedad, que siempre suelen estar donde deben: si es jugando a la pelota, en el frontispicio de la iglesia o del teatro, con su balón de reglamento, sus guantes de portero y su camiseta de Morientes; si es jugando con el patinete, en la calle peatonal, pertrechados de rodilleras de marca,  mientras sus padres  sentados en las terrazas de los bares, observan los giros de sus pupilos; si es camino de cole, con sus carritos portadores del material escolar y sus uniformes impecables, oliendo a colonia fresca y a champú antipiojos.
Pedro era la antítesis de las costumbres de este lado del mundo. Si era la hora de la salida de la iglesia, o el día del mercadillo, o, simplemente la gente salía a dar sus cotidianos paseos, allí estaba Pedro, en el centro del tumulto, con su mirada seria y su mano tendida en ademán de súplica. Porque eso es lo que hacía Pedro: mendigar, mientras su madre, sentada sobre el suelo de la calle peatonal y con otro niño, este de meses, dormido sobre sus piernas,  recitaba a voz en grito una especie de sermón en el que narraba todo su infortunio de la manera más lastimera que alguien pueda imaginarse. Curiosamente, el pequeño, regordete y hermoso, siempre estaba dormido. No faltaba quien aseguraba que drogaban a los niños para que pudieran aguantar tanto tiempo inactivos. Y algo debía  haber de cierto en aquella opinión, so pena de que los niños rumanos fueran menos inquietos que los españoles.


La historia de Pedro, no pretende tener un final feliz, ni dramático; ni siquiera un final. Porque la historia de Pedro, está repetida hasta la saciedad entre los miles de niños inmigrantes que han llegado a España de la mano de unos padres que buscan un mejor modo de vida, o simplemente piensan que la miseria al lado de una sociedad opulenta es menos miseria. La Historia de Pedro, como la de Andrés, el niño peruano que vestido de traje y corbata,  iba de mesa en mesa tocando una flauta dulce que de dulce sólo tenía el nombre, , o la de Tomás, que vendía discos piratas junto a su familia, ojo avizor,  no fueran a llegar los policías a confiscarles la mercancía; o la de tantos desheredados intentando sobrevivir en un mundo que no tiene un hueco para ellos, no puede tener, todavía, un final
Pretendía escribir un cuento. Pero el tema es serio; demasiado serio para inventarse posibilidades que no son tales; demasiado serio para ignorar la degradación del ser humano; de todos los seres humanos que vivimos inmersos en nuestros cotidianos problemas en esta sociedad de consumo aniquiladora que nos ha convertido en sus esclavos; demasiado serio para intentar siquiera escribir un cuento.
Que la vida es una cuestión de suerte es algo que salta a la vista. Lo que ya no es cuestión de suerte es hacer que la vida no sea cuestión de suerte. Decir esto a estas alturas, cuando han fracasado doctrinas políticas que preconizaban la igualdad entre todos los habitantes de su comunidad; cuando se está demostrando que el capitalismo , con su voracidad, no sólo destruye, sino que insensibiliza a quienes tenemos que convivir con esa circunstancia; cuando las religiones , todas, han demostrado su impotencia para conseguir hacer del mundo la Tierra Prometida y han tenido que inventarse un más allá, en el que los héroes, o los buenos, o los pobres, encontrarán la recompensa que les ha sido negada en esta vida, es, poco menos que una temeridad. Todo está dicho, desde todas las vertientes, desde todos los mensajes, desde todas las plumas, desde todas las voces, desde todas las palabras. Sólo falta, ay, que los oídos escuchen, que la voluntad comience a caminar por el verdadero sendero de la vida; que el miedo y la inseguridad por nuestra propia subsistencia, sean desterrados a través de una filosofía de estreno que comience hablando de la muerte.
Pedro era un niño triste. Yo soy un Pedro triste. Y cualquiera que vea a Pedro sufrir, será una persona triste. Porque a nadie nos gusta sentir que poseemos lo que a otros les falta; al menos lo esencial que a otros les falta. ) Con qué derecho?, podemos preguntarnos nosotros y puede preguntarse Pedro desde la orilla opuesta.








II

Amanecía, cuando Dolores, una yonqui que, junto a dos niños de cuatro y tres años, ocupaba una chabola en los suburbios de una monumental ciudad -y omitimos citar alguna deliberadamente, ya que cualquier ciudad, por bella que nos parezca, tiene arrabales o  suburbios, donde se dan cita los pobres y los marginados -, volvía a la triste realidad de su vida en aquel inmundo lugar en el que se refugiaba como una rata más de las que pululaban por cloacas y alcantarillas.
Unos débiles gemidos la alertaron de la adormidera con la que había aderezado la noche.
-Ya voy, ya voy..-dijo mientras intentaba abrir la cerradura de la desvencijada puerta.
Al oído de aquella voz, que para bien o para mal, era la voz de la costumbre, se oyeron los gemidos con más insistencia.
-(Que ya voy, coño!. Mañana os voy a aumentar la dosis a ver si así os dormís para toda la vida. (Joder con la mierda de los niños! (Tenía que haber hecho lo que me dijo el cabrón de vuestro padre: ir a la casa de aquella puta a que me dejara limpia. Pero una, que tiene corazón y además es tonta...


Dolores fue una niña que creció deprisa. A los catorce años estaba tan armónicamente desarrollada y su cuerpo era tan deseable, que pronto se dio cuenta de las miradas de lascivia que provocaba en el sexo opuesto. Fue primero un compañero de colegio, quien después de guerrear con casi todos los de su edad, conquistó el corazón de Dolores. Una historia de amor precoz que podría haber prosperado si al muchacho no lo hubieran metido sus padres en un colegio interno por causa de sus tormentosos amores  y  las malas notas. Después fue un militar, a Dolores le gustaban los uniformes y  aquel cabo primero lucía los galones como si fueran las estrellas de un teniente coronel, pero se fue a Kósovo y murió en accidente de circulación. Entonces conoció a un guaperas, propietario de un descapotable de cuarta mano que la metió en ambientes que al principio la fascinaron y que luego terminaron por esclavizarla y degradarla hasta el extremo de convertirla en una sombra de la belleza que fue. Cuando el chulo se cansó de ella la dejó con las dos criaturas y en la más completa indigencia. Desde entonces su vida fue un rosario de problemas: enganchada a la heroína y con dos bocas que alimentar, tuvo que prostituirse, y aún así, sólo la aceptaban en bares de mala muerte frecuentados por borrachos que no le hubieran hecho ascos a la mujer de Popeye. Tenía buena voluntad con los pequeños, pero de ahí no pasaba. Los niños estaban la mayor parte del día jugando delante de la puerta de la chabola mientras Dolores dormía las trancas que pillaba por las noches. De cómo se alimentaban aquellos dos infortunados, habría que escarbar en la milagrería que  para tanto da, o aceptar que la naturaleza es sabia y saca provecho de las situaciones por difíciles que estas sean.
De nuevo debo dejar el cuento sin final. Porque, desgraciadamente es un cuento tópico. Tópico porque esta historia tiene visos de credibilidad a juzgar por las veces que la televisión muestra situaciones parecidas. Tópico porque no rompe esquemas en su desarrollo y, posiblemente, tampoco sorprenda a quienes estamos ya insensibilizados ante tanta imagen triste. Tópico, en fin, porque esto ya se ha contado de todas las maneras posibles. Y tanto daría terminar el cuento diciendo que los niños murieron atropellados por un camión que se salió de la carretera y arrolló su chabola, que decir que habían muerto en un incendio o que la madre, incapaz de seguir con aquella carga durante más tiempo los había asfixiado mientras les cantaba una tierna canción de cuna.
Buscarle un final feliz, seria ideal. Y no digo que no pudiera darse ese final. Hoy hay medios: Asociaciones, ON gés, Servicios Sociales Municipales, y, a escala nacional, el Tribunal Tutelar de Menores... pero aún así, se ha demostrado que a veces las soluciones pasan por fases tan terribles para los niños que, deben andar de la ceca a la meca, como para quienes les acogen, que siempre estarán con el miedo de si, superada su crisis personal, la madre luchará por recuperar lo que biológicamente le pertenece.
La realidad, la cruda realidad, es que la sociedad no sabe, no puede,  o no quiere tomar partido en asuntos de tal delicadeza.
La realidad es que la marginación, es algo que escapa a consejos, recomendaciones, terapias, cultura o posición económica de los progenitores.
La realidad...
Esto daría para un tratado y no para un relato de como máximo cinco páginas a doble espacio y por una sola cara. Esto, en el fondo, no es más que un intento de conseguir el premio de relatos de la Rebotica para satisfacer con ello el ego del que suscribe. Esto, en resumen, es una mierda más de esas que vamos soltando, envueltas en celofán, quienes al final nos contentamos con aquello de )y qué podemos hacer nosotros?
Puede que, algún día, sobre esta sagrada Tierra, tome forma un ser evolucionado que, consecuente con su finitud, no ambicione otros bienes que no sean los del espíritu. Puede que los Pedros, y las Dolores de mi historia sean un anacronismo en una posible sociedad establecida en base a unos parámetros universales. Puede que el mundo, ese mundo lógico en el que todos deberíamos gozar de las misma oportunidades, aún esté por hacer.



martes, 13 de mayo de 2014

LEGASSA

¿Era Legassa mi amigo?. Así lo acredita la dedicatoria de su cuento "Zagal"en el que puso mi nombre a uno de los personajes. Pero para considerarse amigo de Legassa eso no era suficiente. Entrar en su círculo, en su reducido círculo, suponía poseer una madera de tonos imposibles, de vetas que rozaran el misterio. Porque él era misterio en sus trazos, en sus palabras, en sus cuentos.
Recuerdo su figura en el rincón del Bar Granada bebiendo botellines de champán. ¿Quién es?, pregunté la primera vez que lo vi. Es Legassa, un pintor extraordinario, me dijeron. Y me fijé en algunos de los cuadros que colgaban en las paredes de aquel bar-restaurante que el decoró y del que era asiduo cliente.
Y después, o antes, en la consulta de un pediatra al que solíamos llevar a la niña, me sorprendió la originalidad de un cuadro que ocupaba un lugar de honor. Es un Legassa, me dijo el doctor en tono admirativo.
Y yo supe que Legassa era un genio. Y que de haber querido hubiera traspasado todas las fronteras con las que delimitó su personalidad.
Durante algún tiempo frecuenté el bar y no desaproveché la oportunidad de romper su cerco. Era culto y si el champán lo permitía, dialogante. Pero de la misma manera cortaba por lo sano si no le cuadraba seguir hablando. Le hablaba yo en una ocasión de mariposas disecadas...
"-Desecadas, me corrigió; - Las mariposas no se disecan, se desecan".
No. No fuI amigo de Legassa. Al menos lo que yo considero como ser amigo de alguien. Fue condescendiente conmigo, con mis preguntas, con mis sueños , que de alguna manera el conocía quizás por mis colaboraciones en la revista Siembra en la que él fue esporádico colaborador con una historia bella e interminable titulada la casa de los siete balcones.
¿Era esperpéntico?. Eso parecería, a juzgar por la singular manera con la que ha querido ser despedido de este mundo. Pero creo que era una pose con la que pretendía liberarse de sus frustraciones, una pose que llegó a tomar cuerpo de naturaleza confundiendo al propio Legassa hasta el extremo de aceptar con una sutil ironía su irremediable final.
Recuerdo una entrevista que realicé en el aula de la Universidad Popular en la que él impartía clases de pintura; recuerdo el entusiasmo de sus alumnos y alumnas, la mayoría de edad avanzada, a los que había enseñado a mirar las cosas de un modo distinto; a descubrir la luz, a sentirse vivos... Creo que fueron sus mejores años. Por fuerza tuvo que hacerse metódico, aceptar un horario, asumir una responsabilidad...Pero creo poder asegurar que se sintió feliz rodeado de personas que valoraban sus enseñanzas, que apreciaban su carisma; que sentían admiración por su forma de entender el arte.
Le veía pasar muchas mañanas con su portafolios, su bolso colgado sobre el hombro derecho, camino de la Universidad Popular y era, por fin, la imagen de una persona adaptada. No sé si eso fue bueno o malo para su singular y rica personalidad; en cualquier caso ha dejado su huella sobre cientos de personas que, a pesar del propio Legassa, habrán llorado su muerte.
No puedo evitar, para poner fin a este comentario, buscar en el cajón donde guardo mis más íntimas pertenencias, el cuento que en Marzo del 87, me dedicara con ese íntimo afecto de sus pocos instantes, y dejar como testimonio de su enorme sensibilidad, sus propias palabras

"Por eso, aquella mañana el muchacho se había levantado con el gallo del corral, con el alba. Y dando un beso de silencios a la abuela que dormía, había salido al camino. Ya era libre, no volvería a la escuela. Abandonó el pueblo de las Manzanas cuando la amanecida rompía los colores en lo alto, dando reflejos rojos a las margaritas blancas, cuando el aire es más limpio, cuando cantan los pájaros tempranos. Y caminó río alante. Pasadas unas horas, se tumbó a descansar cerca del cauce, con los párpados encogidos bajo el cielo turbio sin sol. Y fue entonces cuando el corazón le dio un golpe y recordó las palabras de don Jero, el maestro.
                                                 

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Al tercer día sintió sed, hambre, temor y cansancio, no debía mirar atrás... Pero lo hizo. Miró, echó su vista hacia atrás y le dolió el corazón, se le encogió el corazón. Parecía como si brincara dentro de su pecho, se revolvió inquieto, lloró. Regresó al pueblo de las Manzanas con la flor marchita en su boca, bajo otro cielo al que le vio marchar."


Amigo Legassa, que tu lecho de tierra, le devuelva la paz a tu espíritu.

lunes, 12 de mayo de 2014

LA PLAZA DE MI PUEBLO (3)

Artículo extraído de  mi archivo.



Es una estampa insólita; extraña y ambigua al mismo tiempo. A lo lejos, ahora, no se recorta su silueta majestuosa; una especie de vestido de tul, deja entrever sus esbeltas formas y uno se imagina que quizá aquello es la torre. Un equipo de acróbatas, hace ejercicios pintorescos mientras los desocupados adolecen sus vértebras contemplado la escena. Un funámbulo, colgado de la veleta hace dudar al viento de su verdadera dirección mientras las palomas, sorprendidas, se han echado al campo y acaban con los últimos guisantes que la falta de lluvia no ha dejado germinar.

Un cartel, en la verja de la iglesia reza: JUNTA DE COMUNIDADES DE CASTILLA LA MANCHA - PATRIMONIO- . Es la luz verde al inicio de una obra largamente acariciada. La torre, nuestra torre, ha enmascarado su silueta como si quisiera hacerse partícipe de este carnaval adocenado en el que no ha quedado lugar para la improvisación, y las cigüeñas han sobrevolado aquél fantasmagórico gigante inseguras y asustadas y al fin, se han alejado por si las moscas.

La torre, tan esbelta, tan nuestra ya por vida y referencias se ha perdido en la noche sumiendo a nuestro pueblo en abandono. El faro de este mar de sequedades ya no alumbra señero a quienes por nostalgia o por necesidad se quisieran salir de la autovía. Hemos perdido el eje en torno al cual se cruzan los caminos desde tiempos remotos cuando eran las cañadas el obligado acceso a nuestro pueblo.

Pero hoy, por fortuna, no es nada irreparable. Dentro de algunos días nuestra torre volverá a resurgir de sus cenizas, si cabe más esbelta pues ya nuestro cerebro habrá desdibujado su silueta. Dentro de algunos días, volverá a recortarse en el paisaje de esta inmensa llanura el perfil espigado de su porte y Manzanares, volverá a recobrar su identidad entre un tañido alegre de campanas.

Esta restauración, justificada, hará que nuestra torre siga siendo ese símbolo que a todos nos hermana, que a todos nos ayunta en esa conjunción de pertenencias. Porque la torre es nuestra y en nuestro corazón algo se agita si después de una ausencia la vemos nuevamente; así fu para mí, cuando en la mía , recordaba las cosas más queridas. A la torre le he dicho lo que siento en versos de nostalgia: "Campanario de mi pueblo / veleta que al viento gira / y al besarse con el cielo / llena de emoción suspira"; o aquélla sensación que hasta mis ojos llegó en forma de llanto: " Al volante del coche, ilusionado, / que aceleras, pues has visto la torre / no es solo el automóvil el que corre / que tu alma hace ya tiempo que ha llegado".

Si alguna vez la historia, por algún necio error se repitiera, recordad que la torre es intocable; que no hay nadie con más merecimientos para seguir erguida; que a su sombra, nos hemos hecho grandes tantas generaciones que es casi maternal el sentimiento que debe producirnos.


El tiempo, nuestro tiempo, es ese instante mágico que el ojo ve y el corazón retiene.

sábado, 10 de mayo de 2014

PLANETA



Quiero relataros una historia; pero no tengo elementos suficientes para dar coherencia a la trama, ni argumentos para darle credibilidad. Más que historia es una revelación, un sueño utópico que nadie creerá; es más, muchos habrá que lo tachen de disparate. Otros intuirán en la lógica simplista de mi narración, algo así como un ejercicio espiritual, una búsqueda errónea, un desajuste total en los esquemas que conforman mi raciocinio.

De hecho, no me aventuraría en esta empresa si no sintiera la imperiosa sensación de obligatoriedad que emana de mi sueño. El porqué he sido yo el elegido para dar forma a esta visión es algo que escapa a toda explicación lógica. Quizá sea porque mi mente está en relación directa con el origen, o dicho de otro modo: mi búsqueda es un salto en el vacío hacia una plenitud que intuyo tan simple como impresionante.

El hombre, ese ser curioso que puebla la Tierra, siempre ha estado a vueltas con el porqué de la existencia, con el fin para el que ha sido creado, con la inmortalidad que su ego necesita. Y se ha creado explicaciones para todos los gustos y dioses de todos los estilos y formas de vida después de la muerte por las que el padecimiento y la enfermedad, la vejez o el debilitamiento y todas cuantas miserias configuran la existencia tuvieran un fin digno de ser vivido. Solo que el hombre ha buscado siempre en las alturas, en lo abstracto, en lo inalcanzable. Como si fuera preciso elevarse de la tierra para entender el misterio.

Yo no voy a descubrir ese misterio, de momento no es mi cometido. A mí solo se me ha ordenado que haga un somero esbozo de lo que estamos buscando lejos de nosotros desde el principio de los tiempos. Otros vendrán detrás que darán forma a esta revelación y desarrollarán la doctrina necesaria para su entendimiento y divulgación a todos los niveles. Pero eso será cuando la civilización que entonces pueble la tierra esté concienciada y preparada para afrontar este cambio.

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx...

Debo dejar constancia de que en este punto se ha borrado una línea de pensamiento que no debería ser el correcto. Y no ha sido por ningún efecto sobrenatural, sino porque he escrito sobre esa primera línea otra que ha borrado los caracteres anteriores , dándome a entender con ello que estaba desviándome del tema.

Si alguna cosa os resultara extraña, pensad que es debido a que la traducción no es literal. Se me ha dado una certeza y se me ha dejado solo. Por tanto debo indagar, imaginar, aventurar todo aquello que escape a mis posibilidades. Claro que tengo el precedente de que en otros ensayos, a estas lagunas se las ha llamado misterios y la única llave de acceso hacia ellas es la Fe.

No os pediré que tengáis fe en lo que digo; solo que lo que digo es tan cierto como el sol que nos alumbra , como la tierra que nos acoge, como la noche que nos envuelve.

Todo lo que nos define, lo que nos da carácter, lo que nos hace creernos superiores al resto de las especies que nos acompañan; todo el entramado por el que nuestro cerebro llega a sentir, a gozar, a sufrir, a recordar, a amar, a pensar; todas las sensaciones, ilusiones, fracasos, egoísmos, angustias, fantasías, dudas, cavilaciones; toda la metamorfosis que se produce en nuestro cerebro (evolución la llamaron en mi sueño) , no son sino los humores de una naturaleza imponente; los efectos de la convulsión interna de una  poderosa mente a la que llamamos Planeta Tierra.

Es decir: La Tierra es un ser inteligente que a lo largo de millones de años ha ido conformando su naturaleza y autoregulando sus necesidades; es el único ser cuyo pensamiento es original; el único capaz de crear formas de vida que subsisten durante breves espacios de tiempo según a el/ella le conviene, pues en su perfecta  concepción está dotada de ambas sensibilidades ; su alimento esencial son los cadáveres que produce incesante para satisfacer su voracidad insaciable.

Ya sé, que a estas alturas de mi relato alguien habrá utilizado la palabra "loco"; pero cuidado es otra trampa más: La confusión; su arma más sofisticada para que nadie sepa como piensa o cual será su reacción. No os confundáis, somos su despensa; nos engorda y luego nos devora. ¿Vampiros? Solo hay un vampiro: Enorme, monstruoso, omnipotente, eterno, inalcanzable. Es la Tierra.

Puedo aseguraros que no es este mi estilo de narración. De hecho no soy narrador, sino poeta. Siento una enorme presión en la cabeza como si alguna fuerza oculta intentase aplastarla para evitar que sea el vehículo por el que otra mente , antagónica al criterio con el que actúa la Tierra- ¿ Quién podrá ser ? - trata de alertarnos. Estas fueron sus palabras de presentación:

Yo soy fruto de la conspiración de mil fantasmas
de una intensa marea aún en desarrollo
de un parto a contratiempo de la vida.

Indescifrable. ¿ No les parece ?.

Noto la tensión de las dos fuerzas sobre mi ser; la densidad de su ira; la silenciosa lucha de sus mentes. Tengo que dejar de escribir ¡ Socorr...!.

Han pasado dos semanas en las que no me he atrevido a seguir con mi relato. Aquella noche ( siempre escribo de noche) perdí el conocimiento y mi cabeza cayó sobre el teclado del ordenador. Al despertar pude leer esta frase que les juro que yo no escribí: ¡¡¡ NO SIGAS !!!

No somos ni más ni menos que los servidores de un amo egoísta y caprichoso. El reflejo de un cerebro portentoso que es capaz de crear a voluntad formas de vida que aún pareciendo independientes dependen de él y solo a él sirven , aún inconscientemente. En qué laboratorio se preparan las pócimas para la creación de estos organismos menores y qué parte de su prodigioso cerebro se dedica a la alquimia es el secreto más celosamente guardado por este ser maquiavélico. Dragones de fuego, monstruos de siete cabezas, laberintos inescrutables, espejismos, metamorfosis, magia blanca magia negra, hipnotismo...Son algunas de las incontables defensas de que dispone este ser abominable cuya panza ha llegado a ser tan descomunal que ha anulado al resto de sus órganos externos.

Por qué tenemos cerebro, inteligencia, voluntad, memoria, sentidos, autonomía, libre albedrío...Es otra de sus armas, quizá la más portentosa, pues al ser creados con los componentes de su propio organismo no ha podido evitar transmitirnos parte de sus capacidades  y las enmascara haciéndonos creer poderosos, sabios, fuertes... mezclando en nosotros sensaciones incontroladadas que no nos permiten ver con claridad su juego fantástico.

Fijaos bien en la transmisión de las formas de vida que conocemos: el polen necesita del viento para fecundar el m...mmmmmmmmmmmmm
mmmmmmmmmmmm... alguien quiere que pierda el hilo, pero tengo que contar esta...revela...aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa... ¡AGGGGGGG!.

Siento verdadero terror a sentarme de nuevo ante el teclado del ordenador; el rectángulo negro de la pantalla semeja una sima que va engullendo mis palabras; aún no he podido sobreponerme al intento de estrangulamiento que padecí hace varios días; el porqué no acabaron conmigo es un misterio; debió salvarme la mente aliada porque necesita de mí para su propósito, solo sé que desperté del desvanecimiento con un intenso dolor en el cuello. Confieso que no soy valiente, otro susto como estos y mi corazón dejará de latir. ¿Porqué sigo entonces?; ¿porqué esta obsesión en ser fiel a la especie de mandato que emana de mi sueño?.

Existen claros indicios de que somos un subgénero que a nuestro creador le conviene aguantar, de momento; fijaos bien lo que ocurrió con los dinosaurios. Y no estamos seguros de que antes de ellos no existieran otras especies. Pero al fin, después de muchos ensayos ( fuerza, agilidad, volumen...) consiguió crear un ser no demasiado fuerte, ni demasiado grande,  capaz de almacenar todos los componentes químicos necesarios para desarrollar una pequeña inteligencia. Un nuevo experimento con el que, si algo no fallaba podría gozar de servidores eternamente.

Quiero  hacer un pequeño paréntesis aunque no sé si el orden es el correcto. Siempre se ha hablado de Dios como creador de un ser modelado en barro al que infundió su espíritu. Ha sido, hasta ahora, la definición más aproximada a una realidad que la ciencia no es capaz de sustituir. Pero el barro, por sí solo no produce reacciones en cadena; ni en cadena ni de ningún tipo. Son los componentes químicos, líquidos, minerales... los que, mezclados sabiamente han conseguido dar identidad al ser llamado, erróneamente, humano, pues el verdadero nombre ( puesto ya en boca de los posibles marcianos en los cuentos de ciencia ficción) es el de "terrícolas", es decir: compuestos de tierra.

Es , tal vez, nuestro empeño en definirnos, en ubicarnos, en buscar un origen que nos eleve o un final que nos libere de esta sensación inocua y limitada, la artimaña mejor urdida para hacernos dar vueltas sobre el mismo rodal y mantenernos en una libertad esclavizada.

Todos hemos sentido en más o menos ocasiones esa sensación de dependencia, esa falta de libertad, esa necesidad de expandirnos, de escapar a nuestras propias limitaciones. Y hemos dado por bueno que nuestra vida será gozosa una vez traspasado el umbral de la Muerte; o que nos reencarnaremos en nuevas formas; o que seremos los felices moradores del paraíso terrenal, hasta el extremo de crear religiones y sectas fanáticas llenas de leyes y preceptos que nos conducirán a buen puerto en caso de seguirlos.

La carcajada terrorífica del monstruo, produce un terremoto de enormes magnitudes. Y miles de personas son engullidas en un inimaginable banquete incapaz de saciar una voracidad sin límites. No hay cielo ni infierno para esos miles de cuerpos inertes. Solo son pasto de los minúsculos aliados del gigante que volverán a dar a la materia de la que estamos compuestos su exacta dimensión :"Polvo al polvo". Nuestros átomos volverán a  integrarse en la marea común y la armonía será completa.

Porque la Tierra, a la que en todo somos semejantes, es un ser la mayoría de las veces armónico que pasa su eternidad componiendo las más bellas sinfonías, esculpiendo las más sorprendentes imágenes, creando incesantes policromías. Y todo ello, hecho con la infinita paciencia de quien se sabe dueña del tiempo; retocando sin cesar su obra, matizando su música, mezclando sus tinturas hasta el éxtasis.

¿ Para qué nos necesita entonces?.Puede que sea para satisfacer su ego, para sentirse admirada. Nuestro aplauso la hace feliz ; lo necesita aunque esté por encima de nosotros. Es vanidosa ( y me atrevo a aplicarle el femenino porque es sin duda el sexo más creativo y fecundo) hasta el extremo de creerse única.

Hay, en torno a mí, un silencio denso. Nada extraño se manifiesta; nada hostil me perturba. Como si hubiera conseguido adentrarme en ese todo armónico del que también yo formo parte . Estoy llegando al conocimiento, traspasando por tanto las barreras hostiles ; a la comunicación; al entendimiento. Creo que mi misión no es antagónica y que quien me la revela forma parte de la misma naturaleza; creo que el mensaje es claro :Nada va a prevalecerme, pero todos junto a mí, gozareis de la eternidad.

¡Era otro truco!. Resulta que la pérfida me estaba embaucando, adormeciendo mis sentidos; anulando mi espíritu; aturdiéndome con sus cantos de sirena. ¡Ah malvada, malvada!. ¡ No conseguirás tu propósito!.

Un mar de dudas , ninguna certeza . Estoy como siempre, como antes del sueño revelador; creo que el sueño se va desvaneciendo a medida que mi cerebro se va sintiendo presionado. ¿ A quién creer? , ¿ cual de estas mentes será sincera ?. Ambas son poderosas, las siento; utilizan toda clase de trucos para convencerme de lo que ellas quieren que piense; se presentan las dos con disfraz de cordero, ladinamente, tratando de ganar mi voluntad.


Renuncio. ¿ Debo renunciar ?. A fin de cuentas, aunque yo llegara a una conclusión definitiva, no me ibais a creer. Uno de nuestros mayores sometimientos es estar convencidos de que es nuestra verdad la única coherente.

Pero el mensaje es claro : Nuestro ciclo vital es un proyecto más en experimentación y el proceso está llegando a su fase final. Es posible que regresemos a los átomos y seamos reciclados en un nuevo intento del viejo alquimista por controlar sus turbios impulsos ; es posible que esta maraña de sensaciones que hemos vivido sirva para corregir las fórmulas químicas que darán lugar a un mejor producto ; es posible que una vez descubierta la sustancia que origina el caos en el que estamos inmersos, sea eliminada durante un nuevo proceso geológico y surja, nuevamente el paraíso. Era tal la armonía del principio, la quietud y el silencio , que la Tierra, embriagada de su propia dicha quiso sentirse amada y se deshizo en formas y mezcló sus esencias en su enorme perol. Desde aquél preciso momento no ha dejado de intentar conseguir su sueño ; no en vano , solo es un ser a nuestra imagen y semejanza.

lunes, 5 de mayo de 2014

FIXU Y MONCA

Se trata de contar una historia sin excesivos sobresaltos; una historia en las que no hay buenos ni malos y que puede desarrollarse en cualquier lugar de la Tierra; siempre, claro está, que en ese lugar de la Tierra queden rasgos de humanidad.
La ternura la pondrán los protagonistas (saldrá a la luz nada más conocerlos de cerca); y el resultado de su bondad literaria lo encontraréis en vuestra propia sensibilidad.

La llegada.-

Si aquella mañana yo no hubiese  tenido necesidad de madrugar, puede que esta historia no hubiera llegado nunca hasta tus manos - lector amigo que intentas descubrirte en lo que otros imaginan, o simplemente cuentan-; pero fue así, tuve que madrugar y por aquello de la inseguridad atmosférica, salí a temporear a la pequeña terraza de mi casa. Da esta terraza a una calle bastante transitada en la que, como suele ocurrir en los pueblos pequeños, nunca pasa nada, si son de exceptuar las frecuentes colisiones de escasa consideración que se producen en la confluencia de calles que limitan el esquinazo en el que está situada mi vivienda.
Era esta mañana, la primera del mes de Junio de un año dudoso, pues casi nadie estaba seguro de si era el final del segundo milenio de la Era Cristiana, o aún debería transcurrir el siguiente año para que el siglo concluyera. Lo cierto es que la mañana estaba fría, mucho más fría de lo habitual en este mes en el que ya las temperaturas de los días anteriores habían  llegado a elevarse hasta los cuarenta grados. A juzgar por el repelús que sentí sobre mi desnuda piel podríamos estar a siete u ocho grados, por lo que pensé en llevarme algún liviano jersey hasta que el Sol entrara en acción.
De pronto fijé mi atención sobre una bolsa de plástico que, atada por los extremos, estaba en un rincón del pequeño terrado.
!Ya ha tirado alguien una bolsa de basura ! pensé, meditando rápidamente sobre el poco civismo de alguna gente!. Y con ánimo resuelto, cogí la bolsa para depositarla en el cubo destinado a tal efecto.


Un leve quejido me sorprendió, y en natural reacción ante la sorpresa, solté la bolsa. El lastimero quejido siguió y, ahora sí, distinguí con claridad que aquello no era quejido, sino maullido, o tal vez, ambas cosas juntas. Pasada la primera impresión, vino la reflexión: )Qué hacer? Lo inmediato era arrojar la bolsa a la calle, o tirarla al balcón del vecino como habían hecho conmigo, o llegar hasta las afueras del pueblo y abandonarla, o sacrificar el contenido metiéndola en un cubo de agua, o estrellarla contra el suelo...normas estas, que por brutales y extrañas que parezcan, son de uso común entre quienes quieren deshacerse de estos intrusos de manera efectiva.        
Tantas y tales, eran las posibilidades que en una primera prevención de medidas pasaron por mi mente. Después estaba la Sociedad Protectora de Animales que en mi localidad se llama CAREA, o la Concejalía de Medio Ambiente  que edita una revista dedicada a temas ecológicos y en la que, a buen seguro, me hubieran ayudado a desembarazarme del molesto regalo de una manera más civilizada. Confortado por estas nuevas ideas que procuraban un mejor desenlace a la situación, volví a cruzar la línea que, sin ninguna duda, iba a dividir mi vida en un antes y un después de aquel momento.
A los maullidos, salió mi mujer con gesto somnoliento
!.)Qué pasa? ! dijo en un tono entre sorprendido y ausente.
!.Alguien nos ha jugado una faena ! le dije señalando el cuerpo del delito!; alguien que no ha tenido el valor de matar a este animal ni el escrúpulo de cargarle el muerto al vecino !que sin duda vecino o vecina debieron  ser quienes optaron por una situación tan irreflexiva a juzgar por la bolsa en la que metieron al pequeño felino, expendida en un comercio de la misma calle.
Con gesto de incredulidad, inicié la tarea de abrir la bolsa; tras la operación, apareció ante mis ojos un minúsculo e indefenso animal debatiéndose entre la vida y la muerte. Eran sus proporciones las de un futuro gatazo y el color de su piel, blanco, moteado de grandes manchas marrones y negras.
!Qué hermoso es ! dije a mi mujer.
!)Pero qué hacemos con él? ! me dijo entre asustada y confusa.
!No tengo ni idea !le respondí.
Pero no terminaban ahí las sorpresas, Dentro de la bolsa, había otra bolsa de la que también salían lastimeros maullidos.
!Por partida doble  !dije divertido.
!No me digas que...
!Otro.


Y era otro, en efecto, igual al anterior, si bien su aspecto parecía revestir más gravedad.
La situación era, lamentablemente, superior a las dotes que yo hubiera precisado para hacerme cargo de ella. No obstante, comencé a actuar.
!.Dame una caja de zapatos, dije a mi mujer. Y unos trozos de tela, (están helados!
De momento era todo lo que podíamos hacer por ellos.
!.Veremos si se mueren o se viven ! dije al tiempo que sonó el timbre de la puerta.
!Ya está aquí quien esperaba. Me marcho. Cuando vuelva veremos que solución de la damos a este asunto.


Dos más en la familia.-

Cuando regresé trascurridas unas horas, la situación parecía haber tomado forma. Mi hijo pequeño, Eduardo, de siete años, ya había puesto nombre a los intrusos. Mira papá, el más oscuro es Fixu, y el más claro Monca.
!Son hembras- dijo mi hija Laura, estudiante de C.O.U. y futuro premio Nobel a la sensibilidad!; yo he leído en algún sitio que sólo las hembras pueden tener tres tonos en la piel.
!Lo que nos faltaba. (Que no se acabe la casta! ! dije falsamente malhumorado.
!He ido a la pajarería y me han dicho que les demos leche desnatada con una jeringa o un biberón.
Decididamente, la situación había cambiado.
!Bueno, vamos a pensar ! dije intentando imponer mi autoridad!. Si los podemos criar, lo haremos. Pero con una condición: cuando sean capaces de comer por sí solos se los damos al tío Graciano para que se los lleve a su finca.
!Cuando sean así, señaló Eduardo poniendo sus palmas encontradas y separadas a una altura que supondría no menos de dos o tres meses.
Miré de nuevo a aquellos dos pequeños seres desvalidos que parecían haber aceptado con   agrado su nuevo destino. Dormían con sus pequeñas cabezas juntas, como buscando la cercanía y el calor de una lengua que lamiera su desventura, y sentí que debía empañarme en aquella tarea, a todas luces difícil y laboriosa.
Me ilusionaba ver que los gatitos aceptaban el hilillo de leche que se deslizaba por la jeringa y movían sus lenguas en un intento de succión innecesario; me enternecía ver las posturas que adoptaban para dormir, la constante cercanía de sus cuerpos, sus cruces de maullidos siempre lastimeros. Cabía ! pensaba yo! la posibilidad de que, al estar juntos, no sintieran tanto el desamparo en el que les había dejado su infortunio y reaccionaran hacia la vida...
AEs muy difícil que sobrevivan@, me dijo alguien experimentado en la crianza de animales; tienes que ponerlos en la palma de la mano en posición decúbito supino y pasarles el dedo sobre el vientre; es lo que haría la madre con la lengua para conseguir las primeras evacuaciones; si no, se morirán.


Hice lo que se me indicó. No sé si sería esa la causa de que, en efecto, evacuaran su vientre. Me alegré sobremanera a pesar de lo pudiera suponer mi gesto.
!.)Y ahora qué hacemos? !pregunté a mi hija Laura.
!.Ve a la pajarería a ver si tienen algún producto para limpiarlos.( La pajarería fue durante esos días algo así como un Centro de Urgencias).
Y existía el producto: un gel para lavar gatos en seco.
!Lo frotas sobre el gato y después le pasas un paño absorbente ! me indicaron con maneras profesionales.
Y así lo hice bajo la atenta mirada de mis hijos. Utilizamos unos pañuelos de papel sobre los que pusimos pequeñas cantidades de espuma y frotando con ello a los dos cagones, conseguimos dejarlos mínimamente limpios. Recordaba yo a la perra de un amigo que, cuando parió, hacía este aseo a sus cachorros a base de lametones. A No llegaremos a tanto@, pensé divertido.
           

Desenlace inesperado.

Transcurrieron tres días en los que parecía que podríamos conseguirlo. Y me congratulaba ver que todos estábamos unidos en esa experiencia; incluso nuestras dos hijas mayores, estudiantes  en Madrid, recibieron la noticia con muestras de querer participar en la empresa. Cuando Eduardo regresaba del colegio se dirigía directamente al lugar en el que se encontraban los mininos con el deseo de verlos hacer alguna gracia.
!.Oye Papá )cuando van a abrir los ojos?
!.Son muy pequeños; suelen tardar quince días en abrirlos.
!.Mira, Fixu se ha salido de la caja.
Y por allí andaba Fixu, que siempre fue el más decidido en un laborioso gateo sobre un suelo poco apto para afianzarse en sus pequeñas uñas y sobre el que se deslizaba más que andaba en un intento vano de buscar a su madre.
!.No progresan mucho ! dijo mi mujer.
!Es pronto ! dije poco convencido de mi optimismo.
Pero en el fondo, yo también veía que no tenían mucha vitalidad. Por otra parte mis dotes de criador de gatos brillaban por su ausencia. Es cierto que me esforcé. Y que mi ilusión era pareja a la de mis hijos. De nuevo vinieron a mi mente las palabras de mi amigo el experimentado en animales de compañía cuando sentenció: ASi quieres me los traes y yo los sacrifico; es lo mejor que podemos hacer por ellos.  Si son recién nacidos se te morirán@.
No quise hacerle caso; yo los imaginaba pasadas unas semanas y los veía, traviesos y sanos, jugando sin cesar, devanando ovillos de lana, saltando por el tresillo, arañando las cortinas...Y todo gracias a que yo los había rescatado de una muerte segura. Pero Fixu y Monca serían solo una ilusión; una hermosa intención que nunca alcanzaría su plenitud.
Cecilia llegó de Madrid el jueves; le pasó lo que a todos nosotros, los vio desvalidos y, presa de una súbita ternura se encargó de su cuidado. Yo la dejaba hacer, feliz de ver que sus sentimientos eran hermosos y relajado al saber que contaba con su ilusionada ayuda. No podíamos precisar si mejoraban o iban para atrás. Eran pocos días los que habían transcurrido desde la mañana en que los encontré, pero yo intuía que ya deberían notarse más activos.


Fixu y Monca amanecieron muertos la mañana del sábado. Durante las noches anteriores me levantaba y observaba si dormían o reclamaban alimento. Siempre los veía )dormidos? cruzada la cabeza de uno sobre el lomo del otro; tan unidos en su soledad como nunca creo haber visto a nadie en mi vida. La noche del viernes hice lo propio; iba con la confianza de escuchar sus maullidos y de prepararles la leche, tibia, con la que les alimentábamos, pero algo había cambiado. Cuando me di cuenta de la situación, sentí una profunda lástima; Fixu y Monca  estaban separados, cada uno en un extremo de la caja que les sirvió de cobijo, en posición lateral; sus miembros estaban rígidos y las pequeñas facciones de su rostro denotaban que habían dejado de existir. Se habían ido apagando poco a poco; aquello que yo interpretaba como sueño debió ser el dulce letargo de la muerte.
AAl menos no han muerto por abandono@, pensé tratando de justificar una culpabilidad que me alcanzaba.
Regresé al dormitorio apesadumbrado. )Qué habíamos hecho mal?
!Ya te dijeron que era difícil ! dijo mi mujer.
!Eso me dijeron ! contesté.

Reflexiones finales.

Quizás el episodio de los gatos (en un mundo en el que se abandona a los niños como en las mejores épocas del honor dañado o se interna a los ancianos en asépticas residencias en las que se puede disfrutar de todo menos de ese cariño que el anciano necesita o se asesina a los semejantes de una manera brutal y despiadada) parezca una banalidad; pero yo he aprendido algunas cosas:
Que la vida es vida en cualquiera de sus demostraciones. Y que no es la animal, esa que nosotros llamamos irracional, más carente de significado que la vida humana.
Que el instinto es una fuerza superior a cualquier otra manifestación del ser. Yo me atrevería a decir que es la inteligencia simplificada hasta el extremo de lo subliminal.
Que la necesidad de afecto se manifiesta desde el mismo momento en que un ser es concebido.
Que el motivo de exterminio por el que el hombre actúa sobre las especies consideradas inferiores es puramente mecánico e irreflexivo.
Que aún está por descubrir si eso a lo que nosotros llamamos inteligencia y que nos sirve como referencia para establecer criterios humanos, no será una aberración de la naturaleza
Que los sentimientos constituyen un dédalo intrincado en el que no es fácil descubrirse si no se presenta la ocasión propicia.
Que una lágrima, o un maullido lastimero, es el resultado químico de una combustión interna.
Que la tristeza reconforta el ánimo elevándolo a un estado catártico.
Que el desvalimiento es el mayor antídoto contra la soberbia.
Que no hay palabra más hermosa que la palabra Aayuda@...
Y uno se sorprende porque (iniciado ya el último recodo del camino, cuando el corazón !endurecido por los muchos avatares de los que no ha sabido salir indemne es tan sólo una máquina precisa incapaz de salirse de su ritmo-), observa que aún puede descubrirse en esas grietas por las que alma asoma, acaso temerosa, acaso ingenua, pero siempre navegando sobre esa sinrazón de mandamientos que intentan anularla. Tal vez sea esa ingenuidad la que nos salve y estemos, aún,  en el camino que nos llevará, por fin, a  la Tierra Prometida.


Epílogo:


Fixu y Monca, nunca vieron a su madre; no llegaron a sentir el latido reposado de su corazón ni tuvieron ocasión de estremecerse con el vaho maternal de su aliento. Yo solo fui un mal remedo incapaz de conseguir que la vida no se escapara de aquellos diminutos cuerpos. Pero si de algo estoy convencido es de que he aprendido más con el comportamiento afectivo de estos minúsculos e indefensos seres, en unos cuantos días, que del comportamiento humano, durante el tiempo de mi ya dilatada existencia.