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martes, 3 de junio de 2014

CARTAS A UN HABITANTE DEL SIGLO XXI (Luna de Octubre)

Como podréis observar por el  nombre de los que se citan, este escrito es, como poco, de hace veinticinco años. Lo triste es que su argumentario siga estando en vigencia. Pero lo más triste es que seguirá estándolo a través de los tiempos...



Anoche, como tantas, hice un recorrido por los distintos canales de televisión -síntoma de evolución e inconformismo- para caer en un debate de Antena 3, moderado por Jesús Hermida, en el que se hablaba de la droga que consume a nuestros jóvenes y de las razones, más bien suposiciones, para     
caer en este fango aniquilador. 

Entre los contertulio-famosos licenciados en todo-se analizaban los mil y un porqués que llevan a nuestros hijos a amar la noche.Se cuestionaba  la permisividad de unos padres que han perdido su autoridad; se culpaba a la sociedad que hemos creado para salir de las cavernas, de todos los males que acechan tras de las luces de neón; el académico Cela ponía a parir a la Universidad, mientras el catedrático Pérez Royo la magnificaba; un psicólogo loco, como todo buen psicólogo, hablaba de niños mimados, de regreso a la infancia y de disciplina; se habló incluso de represión,  de información, de legalización; alguien dijo que si alguna vez los jóvenes ponían de modo comerse un bocata de jamón,se acabarían las drogas. 

Otros echaron la culpa al poco deporte que se hace en los colegios; nuestro paisano Piña, un diseñador de este fin de milenio, al que tú no conocerás, también estuvo allí.Todos en fin, y esa era su misión, utilizaron esta vez su glamour para ser los abanderados de una causa que no entiende de banderas. 
Lo curioso de este debate es que, para hablar de un tema que afecta a una juventud a la que no conocemos, no se llevara a ninguno de estos jóvenes. Lo curioso era, que si alguno de los contertulio conocía este mal de  fondo, no tuviera las suficientes agallas para poner sobre el tapete sus verdaderos motivos, o sus posibles errores,o su búsqueda de sensaciones más fuertes que las habituales; lo curioso era, como siempre, la frivolidad de algunos, la  ignorancia de muchos y la autoestima de todos para hacer de un debate serio y trascendente algo que no fuera mirarse su propio ombligo. 

Hablar de droga, es hablar de hábito; algo común en todos los humanos; solo que cada cual utiliza su hábito en lo que le gusta.Cualquier faceta que absorba en demasía, es motivo de preocupación para quien la padece. Solo son distintas las consecuencias. Y es eso lo que se  persigue; lo que molesta, lo que asusta, lo que degrada al individuo frente a una sociedad llena de parámetros que solo valora y justifica el triunfo económico.

La droga esta ahí,porque en algún recodo del camino el individuo se sintió solo, débil, asustado, impotente para hacer frente a tantas desilusiones como se le echaron encima. La droga está ahí  porque nuestra  sociedad no ha sabido crear alternativas al ocio, al paro juvenil, a la incultura. La droga está ahí, por la comodidad de  todos y el beneficio de muchos; la droga esta ahí por la rutina que nos invade, por la falta de entusiasmo, por la apatía. Si buscamos culpables no debemos  mirar demasiado lejos para encontrarlos; si buscamos soluciones, habrá que revisar nuestros conceptos filosóficos sobre el fin del ser humano en esta tierra. 

Desde que un niño empieza su edad escolar hasta que termina el COU se nos ha convertido en adulto. En estos años se deben poner los cimientos para desarrollar una personalidad fuerte, con criterio, capaz de discernir y valorar lo que tiene a su alrededor.Si en esta  etapa se fracasa - y me temo que se fracasa- debemos reestructurar los esquemas. Y aquí estamos implicados todos : maestros, padres, poderes establecidos... Deberemos exigirnos autenticidad, entusiasmo, prioridades, para que nuestros hijos amen la vida. Debemos desterrar el miedo al fracaso, la competitividad, la desigualdad; deberemos fomentar las aptitudes naturales y encauzarlas hacia una meta colectiva. Porque la riqueza de una sociedad, se nutre de individualidades y todas son necesarias.

No podemos permitir que a los dieciocho años, una persona se pregunte ¿ Y ahora que hago? Debemos dar respuestas, en la forma que sea, en la medida que podamos. El empleo juvenil es imprescindible para evitar un ocio excesivo que no conduce a nada bueno.  ¡Cuantos padres querrían que sus hijos trabajasen aunque su remuneración fuera pequeña, por el solo hecho de aprender un oficio!. 
Con medidas preventivas; con inversiones orientadas al desarrollo de la juventud, se evitarían muchos de los males que aquejan a una sociedad decadente, empobrecida de valores y anclada en el ostracismo del propio bienestar. 

Perseguimos una cometa brillante que vuela a favor de los vientos, falso señuelo de equilibrio, que solo se recrea en el gozo efímero del instante de su suspensión. 

Hagamos de nuestra estancia en la tierra, por pequeña que sea, por insignificante que nos parezca, algo sólido, porque en la medida en que nos sintamos fuertes, útiles, capaces, desterraremos los miedos que nos atenazan y nos someten a los desmanes de quienes saben aprovechar estas debilidades en su propio beneficio. 

Doy por supuesto, que habrá miles de actitudes y aptitudes que dirigidas en este sentido erradicarán, como una  mala lepra, la droga de nuestro entorno. Pero debemos buscarlas dentro de nosotros y tener el valor necesario para ponerlas en práctica. 

Si queremos que nuestros jóvenes, que nuestros hijos se desarrollen en plena armonía, aún es tiempo de tender un puente que los lleve hasta el siglo XXI, en la seguridad de que esos enemigos,no podrán seguirlos.