CAUSA
Y EFECTO.
Todo movimiento o acción, tiene su efecto contrario o distinto
a la causa que, en principio, lo originó: lo que sube, baja; lo que acerca,
aleja; lo que se infla puede estallar; lo que calienta quema; la claridad provoca daños oculares; la
confianza, mata; el exceso, daña. Y así, podríamos seguir agregando los
ejemplos que a cada uno se le ocurran. Dependerá del método y de las
circunstancias: (intensidad, intención,
pretensión, dosis a aplicar, etc.), que
el efecto conseguido sea el que nosotros queremos y no el que dé al traste con
nuestros propósitos.
Y hecha esta introducción, un tanto
aleatoria, pero fácil de entender, voy a lo que pretendo (si lo que pretendo,
soy capaz de sintetizarlo en este comentario):
Por sentido común (que no es ninguno de
los sentidos que el cuerpo posee, pero que tal vez sea el mejor de los
sentidos), deberían darse cuenta nuestros
gobernantes de que las medidas que se aplican por decreto, o haciendo tabla
rasa con lo establecido o con lo que hasta el momento del cambio, era norma, no son siempre las más idóneas, o
no repercuten de igual manera en todo el mundo:
El matrimonio homosexual, o la
ley del aborto, por ejemplo, o la eutanasia si llegara a legalizarse alguna vez
(a cosas peores se les da cabida en la legislación), son medidas que, en su día, y siempre, por causas
morales, tendrán detractores, pero se consideraron necesarias (también por causas morales), para
un sector de población que precisaba de ellas, aunque quienes no opinaban
así, las pudieran tachar de inmorales o improcedentes. ¿Son buenas?, ¿son malas? Son medidas
simplemente. Que, por la teoría que
aplicábamos en nuestra introducción, tendrán sus inconvenientes, pero que en nada atentan contra quienes no quieran ponerlas en práctica y facilitan la
situación legal de quienes se acogen a ellas. Otra cosa sería
la interpretación moral, o de doble moral,
o incluso hipócrita, con la que pudieran entenderse determinadas leyes.
Pero creo que una de las premisas del legislador, si de verdad quiere
establecer las leyes desde el rigor y la justicia, debe ser la de legislar para
todos (los que los votan y los que no los votan) de acuerdo con los tiempos en
que se vive. Creo que el legislador no cumple su misión si a la hora de
legislar, sólo piensa en sus votantes o en los que tienen su misma ideología,
porque en democracia, o mejor dicho, la democracia, es intentar que la soberanía popular,
representada en el parlamento por los distintos partidos políticos elegidos
mediante sufragio , no se sienta marginada, excluida , desprotegida, o ignorada
por quienes tienen la obligación moral, social y política de representarla y
protegerla Nadie como digo está obligado
a abortar, pongo por ejemplo, o a poner
en práctica medidas que no le satisfagan, por mucho que las leyes faciliten la labor a
quien lo considere vital, o simplemente necesario. La vida es sagrada, por
supuesto. Pero siempre. No se puede considerar sagrada la vida del no nato, que
lo es, aunque algunas circunstancias - a
las que aquí no nos vamos a referir por estar ya valoradas-, consideren inviable el nacimiento, y mandar a los jóvenes a morir o a matar en
aras de unos intereses patrios. O
empujar a la gente al suicidio porque su situación económica es insostenible. O
dejar que la hambruna mate a miles de niños en países subdesarrollados.
¿Demagogia? Es posible. ¿Pero qué no es demagogia?
La convivencia es un ejerció de
educación, de inteligencia, de tolerancia. ¿Cómo podrían convivir si no,
creyentes y no creyentes; conservadores y
progresistas, blancos y negros, altos y
bajos, listos y menos listos, aficionados a los toros y detractores de los
toros…?
Todos debemos ceder un punto en nuestros
criterios en aras del bienestar común. Ya sé que es difícil; que si después de
tantos siglos no se ha conseguido una convivencia pacífica entre todos los
seres que habitamos este planeta será porque no es fácil. Pero esa es la tarea
del hombre actual, en un mundo complejo en el que los criterios están fundamentados en nuestro
personal entendimiento por encima de credos y consignas: conseguir que la vida pueda desarrollarse armónicamente en función a
lo que cada cual decida dentro de un marco de posibilidades establecidas por
ley.
Corto aquí. Sé que es un artículo correoso
y polémico (sobre todo, por la materia que trata y por la radicalidad con la
que se suelen afrontar estas cuestiones). Y que me atrevo a opinar de algo
sobre lo que es difícil sentar bases. Pero qué quieren. Si estas meditaciones
no se las cuento a ustedes ¿a quién se las cuento? Consideren que estamos en
una apacible tertulia y que la conversación es larga…