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lunes, 17 de noviembre de 2014

ATRAPADOS

ATRAPADOS.-


Es esa sensación de no saber si el avance es retroceso; es el miedo a tantos fantasmas como amenazan la supervivencia; es la inseguridad ante el día por venir, no ya el futuro, sino el mañana que puede despertarnos con la noticia del despido de otros trescientos trabajadores de una de las fábricas de nuestro polígono industrial; es la desilusión que crece por momentos, ante tanta palabra vana, ante tanta retórica aprendida, ante una sociedad que no se sostiene por más que se refuercen sus descarnados pilares; es el incierto legado que dejaremos a las generaciones que nos siguen, que ya están sufriendo en sus propias carnes el paro, la incertidumbre, la angustia; es la impotencia ante la limitación a los recursos humanos: agricultores, pequeños comerciantes, artesanos, autónomos de todas las ramas de la industria que se sienten amenazados , incapaces de seguir manteniendo su medio de vida, sus pocos empleados, sus tierras improductivas por más que con la P.A.C. se les pague bien hoy el hambre de mañana; es la imprudente manera de manipular un dinero fruto del esfuerzo de cada ciudadano en obras faraónicas que no verán los siglos; es, tal vez, la edad que se resiente del tiempo transcurrido.

A esto lo llamamos crisis y se barajan fechas para el nuevo despegue: dos, tres años, incluso menos. Optimistas que somos, o quizás son ánimos hechos con la premeditación de la necesidad. No podemos pararnos, al menos los que aún no estamos parados. Debemos seguir contribuyendo a que el caos no asome su horrible anatomía por estas latitudes. Si solo fuera eso..
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Porque esto sería la solución a un problema de forma; pero el problema es de fondo. La sociedad de consumo está siendo derrotada por sus propios métodos. ¿Quien podía pensar hace pocos años en el desmantelamiento de la U.R.S.S., una nación pionera en armamento, en conquistas espaciales, en logros, -al menos eso parecía por sus deportistas, sus músicos, sus bailarines- sociales que habían desmitificado el mito? ¿Quien puede asegurarnos que la vieja Europa o la nueva América, no serán engullidas en esa enorme rueda del consumo que , cual bola de nieve, va creciendo incesante hasta hacer imposible su control?

He dicho anteriormente que el problema es de fondo. Y para solucionar tal problema  no sirven los números, ni los porcentajes, ni las estadísticas. Tal vez ha llegado el momento de hacer al hombre nuevo- quiero decir mujer: mujer y hombre-; tal vez  es la ocasión de apostar por la vida; de encontrar el significado de nuestro paso por la tierra, que no debe ser por cierto el de engañarnos unos a otros; el de considerarnos más si más tenemos; ni el deseo de poder o de dominio, ni el ansia incontrolada de placeres fugaces. Porque si esta fuera nuestra misión, no moriríamos nunca y nuestra eternidad  terrenal daría sentido a nuestras apetencias.

Nuestro paso por esta tierra es efímero, no así el resultado del mismo, que servirá de guía para quienes nos preceden. Imaginad un campo: Primero hay que labrarlo,  prepararlo a conciencia, limpiarlo de malas hierbas, abonarlo. cuidarlo por encima de nuestro propio cuidado - y sé de lo que hablo- . Solo entonces , si es buena la semilla, la tierra dará frutos. Esto que es tan sencillo, que no lo he inventado yo, como es sabido, debería servirnos de buena referencia .

Y nadie se confunda. Estoy hablando de progreso, de cultura, de bienestar, de  felicidad. Nuestros avances han reducido la dimensión del Mundo, Vamos a aprovecharnos de lo bueno alcanzado. Igual que se homologan los productos que crea el hombre, vamos a homologar necesidades. Lo que sobra se pierde o se destruye. Vamos a producir con nuestras manos, a construir con nuestras manos, más despacio quizás, pero seguros de que la vida entonces será más placentera.

¿Utopia, Quimera, Ingenuidad?. Ya sé que eso parece. Ninguno de los que hoy leamos esto, estaremos para contarlo. Pero en algún lugar del espacio, o en algún instante del tiempo, alguien habrá sido capaz de conseguirlo.