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miércoles, 29 de enero de 2014

LA PLAZA DE MI PUEBLO

           
He cruzado la plaza de mi pueblo. Es una plaza cuadrangular, hermosa, cortada a la circulación -lo que le da un armonioso toque de paz-,  con unos soportales de tipo colonial  bajo los que el tiempo parece susurrar su sempiterna letanía. A ella dan la cara la Iglesia de la Asunción, edificio de hermoso pórtico, coronada por una esbelta torre que es referencia para todos los que están y los que regresan., el Palacio Municipal donde se ubica el Ayuntamiento, elegante edificio que ocupa uno de los vértices de la plaza, la oficina de Correos y Telégrafos, algún bar, y casas de vecinos que conservan una edificación acorde con el entorno.

La plaza es hermosa. Siempre fue hermosa. A pesar de las muchas remodelaciones que ha conocido. Primero fue de tierra; después adoquinada, posteriormente cuando los vencedores de la contienda española cogieron el poder, la ajardinaron dejando un tramo alrededor para circulación rodada. Plantaron en ella espigadas palmeras que, vaya usted a saber por qué, aún subsisten a pesar de la aridez del clima. Son esbeltas, altas y escasas de ramaje, pero son todo un símbolo. En aquella época de vencedores y vencidos se olvidó a los vencidos y se levantaron mausoleos en honor a los caídos por Dios y por España. Como si sólo hubieran caído los de un bando. Después, muchos años después, cuando los españoles pudieron decidir, alguien pensó que aquél monolito estaba mejor en el cementerio y lo sustituyeron por una fuente con palomas y una lectura que despertaba emociones: IGUALDAD, JUSTICIA, LIBERTAD, PLURALISMO POLÍTICO. Aquello era una apertura hacia la Democracia. Era tan emocionante que yo le hice un poema que empezaba diciendo: “Le nacieron palomas a la plaza…” –algún día lo subiré a este blog-. Fue por último, demolida de nuevo con el ánimo de crear un lugar de encuentro. Volvió a ser diáfana, a recordar orígenes, a hermosear los bocados que le dan las calles que en ella confluyen…

Yo, a la plaza, siempre la he visto hermosa, incluso cuando no entendía lo del monolito por mi corta edad. Pero es ahora, cuando creo que verdaderamente cumple su función como plaza. Creo que van a remodelarla de nuevo porque el pavimento no parece responder a las expectativas que en él se pusieron. Pero eso es otra historia…

En las fotos que los historiadores conservan en blanco y negro se puede ver que en principio fue mercado y cruce obligado para carros y ganados que iban hacia Andalucía o a coger la Cañada Real Soriana. Y lugar de encuentro, donde los hombres del campo aguardaban a que los propietarios de las fincas fueran a buscarlos para la poda, siega, vendimia y otras muchas faenas agrícolas. También daba lugar a la charla despaciosa los domingos, cuando el tiempo no contaba tanto como cuenta ahora.

Esta mañana,  como digo, crucé por la plaza. Y volví a leer las palabras que han vuelto a refrendar, sobre las losas del pavimento, los deseos de JUSTUCIA, LIBERTAD, IGUALDAD y PLURALISMO POLÍTICO. Pero ¡ay!, están renegridas casi perdidas por el desgaste y la suciedad.- Y he pensado si eso no sería un síntoma de la actual situación por la que atraviesa España, donde la JUSTICIA  parece tener distintos raseros para medir a los encausados y es tan lenta para su resolución como un hipopótamo en su barrizal; la LIBERTAD es un señuelo para atraer incautos, la IGUALDAD brilla por su ausencia y el PLURALISMO POLÍTICO se ve que no, que quien manda, manda, y no gobierna. Porque, a mi modo de ver, gobernar se debe basar más en el consenso que en la confrontación. Pero eso también es otra historia…

Hoy sólo quería hablaros de la plaza. Pulmón de nuestro pueblo: raíz e identidad de quienes, por razones, tuvieron que apartarse un día de su cobijo. Y siempre, siempre, corazón a ras de suelo…

Algún día continuaré desde este punto...

lunes, 27 de enero de 2014

MALAS NOTICIAS




Aunque este artículo está escrito en el año 2003, me parece oportuno publicarlo ahora ya que, por desgracia, no ha perdido vigencia.

                                " Una mujer , en estado grave tras ser acuchillada por su hijo de catorce años.
                                 (ABC, 15-11-2003)"


Cuando la madre preparó la canastilla, lo hizo con ilusión. Era su primer hijo, ¿puede haber cosa más grande? Soñó cómo sería su pelo, el color de sus ojos, su sonrisa. Con un estremecimiento de placer, sintió sus primeras patadas. Se imaginó su voz, sus primeros pasos, sus juegos en el parque infantil. Era feliz.

Alguna vez, en lo más recóndito de sus sueños sintió miedo. Su hijo se tendría que enfrentar a una serie de pruebas que podían minar su personalidad; el esfuerzo que ella hiciera por su educación se podía ver anulado por influencias externas y nocivas.

Era sólo una sombra. Allí estaban ella y su esposo para evitar que algo de esto ocurriera. Y luego estaba la condición natural del bebé: ¿Cómo un hijo de padres responsables, nacido del encuentro del amor, educado en un ambiente en el que se condenaba la violencia, iba a ser un marginado, un drogadicto, un posible asesino...?

Sintió que se desvanecía su temor cuando acunó al hijo en sus brazos. Era un ángel, un pedazo de su carne que le sonreía con esa sonrisa inocente y pura que sólo tienen los bebés. Creció despierto, aplicado, responsable en sus estudios. Era un niño normal al que le gustaba el deporte y soñaba con emular a Raul o a Ronaldo. Era uno de tantos niños "normales" con toda una vida por delante para ocupar un puesto en la sociedad.

Pero un buen día se empiezan a notar cambios en el comportamiento. Algo va mal. ¿En qué hemos fallado?, se preguntan aquellos padres, tantos padres como ven que sus hijos han tomado el camino equivocado.

La sociedad calla y atiborra el mercado de los ordenadores con juegos de una violencia inusitada; la televisión socaba los más íntimos reductos del alma humana para llenar sus espacios de una carnaza pútrida que expone a cualquier hora del día; las guerras se dan como seriales de repetidos capítulos que ya no impresionan; las drogas se asoman a las puertas de los colegios, a las discotecas, a los bares donde se manifiesta la movida; la libertad, en fin, es sólo una palabra perdida en la maraña de los nuevos conceptos por los que se mueve una legión de desnortados. ¿Qué puedo hacer?, se pregunta el padre que ve que sus hijos se le escapan de ese control necesario y lógico.

La madre llora su impotencia; no siente las heridas. Ama a su hijo y se culpa de no haber sabido ver a tiempo. ¿Qué puede hacer la madre, si no llorar por su hijo?



















sábado, 25 de enero de 2014

CARTA DE DULCINEA A DON QUJOTE

Mi amado señor D. Quijote :
Os escribo esta misiva, bajo la celosa supervisión del Clérigo del Toboso ( a quien Vuesa Merced conoce, ya que él  es  mi confesor y consejero espiritual), pues no me parecería bien ser licenciosa en temas tocantes a nuestra relación; y, como corresponde a dama a la que los reflejos de su señor tienen siempre en mientes de  cortesanas indiscretas , dejo que sea este santo varón el que encauce mis sentimientos por el camino recto y que su censura sea la más fiel salvaguarda de mi honestidad y fidelidad para con el más valeroso caballero andante que los tiempos verán y a quien me debo en cuerpo, pero principalmente en alma.
Porque sepa mi señor Don Quijote, que una dama de mi rango, no puede tener apetitos carnales- y menos en ausencia de su señor -; que solo corresponde a plebeyas pensar de esta manera, porque no conocen la gloria del amor espiritual y deben contentarse con compartir mesa y jergón con sus esposos, sin otros horizontes o sensaciones  que eleven su gozo hasta el paroxismo del alma.          
Yo, por el contrario, gozo el privilegio de saberos arrojado y gallardo, defendiendo atropellos con mi nombre en los labios, realizando hazañas solo comparables a gestas heroicas ,soportando inclemencias sobre vuestra curtida piel y corriendo, a lomos de vuestro fiel Rocinante, a toda la villana gente que existe sobre la faz de la tierra con la bizarra apostura del héroe libertador que sois y al que la Historia dará justa fama y nombradía, cuando vuestras andanzas sean recogidas por los cronistas del reino.
Como esa en la que vuestro rústico escudero se empeñaba en deciros que aquellos violentos atacantes eran molinos y no gigantes, cuando vos y yo sabemos que ha sido una de las batallas más desiguales y amañadas que se han producido en toda la historia de los caballeros andantes y que de no ser por los malos hábitos del ruin encantador que os persigue hubierais salido indemne y victorioso de tan arriesgada empresa.
Deseo, desde esta atalaya a la que vos me habéis elevado, infundiros mi aliento, para que él os de la fuerza necesaria , si es que acaso la vuestra se viera mermada por tan largo batallar; que ya me parece que no habrá feudo o ínsula que no os deba eterna gratitud y reconocimiento.
Sabed  que mi alma esta con vos en esas noches turbias en que la mente sueña, o acaso los demonios inventan pesadillas, envidiosos del bravo caballero a quien su solo nombre abre puertas y reinos.
Mi alma está con vos en esas horas duras de combate en las que el sol azota y la garganta apenas si permite lanzar el grito noble, invocador del nombre que ya corre parejo a vuestra gloria: -"¡Por mi señora Dulcinea!"-  me dicen que gritáis, cuando, lanza en ristre, os aprestáis a la lucha, siempre desigual, con los monstruos o gigantes que, encantadores pagados por infames malandrines, os ponen en vuestro camino.
Mi alma está con vos en tantas soledades como el camino ofrece -que sabido es que ancha es Castilla- y en las que, sin duda, vais dando a vuestro rústico escudero nociones de hidalguía, consejos y proverbios de los que tan gustado sois introducir en vuestros siempre ejemplares comentarios.
Os imagino erguido -con esa noble imagen que los sueños infunden al ser idealizado - sobre vuestro brioso corcel que, a paso largo, os acerca a esos lugares en los que vuestra huella quedará indeleble por los siglos de los siglos. Que no habrá caballero más apuesto, aguerrido, altruista y bondadoso que mi señor don Quijote por quien todas las noches -cuando se han apagado las luminarias de la Mancha y el primer lucero me indica que también vuestra jornada ha concluido con otra mayor honra para vuestra inevitable misión- lloro con la intensa emoción de quien comprende que hay razones que al corazón le cueste entender, pero sabe también, que nada se debe interponer en un destino tan preclaro como el vuestro.
En el Toboso quedo, a la espera feliz de vuestras noticias...o de vuestra llegada, con el corazón anhelante y el alma transida de deseo. Que es larga la ausencia, y dolorosa , para quien solo tiene la  excelsa misión de amaros.
Os deseo toda suerte de venturas en vuestra magna empresa y os reitero mi admiración y mi amor por toda la eternidad.
          Vuestra siempre :

Dulcinea del Toboso

P.D.

Permitidme que os envíe esta gota de sangre salida del mismísimo corazón como ofrenda del más puro amor que nadie nunca pueda profesaros.


jueves, 23 de enero de 2014

DEL VINO Y SUS GENTES.

Semana de Pasión. El intenso frío, que ha llegado después de un prematuro verano, ha cogido por sorpresa la debilidad de unos brotes que ya habían iniciado su Víacrucis. Valga el símil, hecho desde el más profundo respeto hacia la Pasión de Cristo, para referirme a esta otra pasión que inicia su ciclo vital con un destino previsto: el de hacerse sangre - también de Cristo- de vida, en un proceso largo y laborioso, mezcla de cuidados y sortilegios, de ciencia y de clima, que harán que este proceso culmine en el retiro de la plácida tinaja que en el claustro maternal de la bodega, espera, impaciente, su primigenia derrama.

El vino y su entorno, como todas las cosas que ya tienen sentada su raíz en las tradiciones y en la cultura se alimenta de tópicos. )Qué no se habrá dicho ya del vino desde todas las vertientes, desde todas las voces, que definen su crianza, su bondad, su generosidad, su hidalguía, su solera, su ancestro... !de ahí las denominaciones de origen? El vino ha llenado y seguirá llenando hermosas páginas de la historia de nuestros pueblos; ha dado fama a nuestra región, a nuestras bodegas; los vinos de la Mancha, han conquistado los paladares exquisitos de medio mundo; (lástima que el otro medio se lo monte con brebajes de dudosa reputación) ha sido un excelente embajador, junto a nuestro sol y nuestra fiesta nacional que ha convencido a gentes de todos los confines de la tierra de que España es diferente.

Pero hay algo más: en palabras de Félix Grande, en su libro Memoria del Flamenco,@ el vino está vinculado a la memoria, en consecuencia también está vinculado a la vida@; de ahí que, en ocasiones, se necesite de su sabor para rememorar hermosas páginas de esa vida gastada.
AHay ! sigue diciendo el poeta!, un vino intermedio que no tiene relación con la memoria. Es un vino ruidoso que ayuda a hablar, a reír y, finalmente a dormir. Hay un vino trágico; un vino aislante, fronterizo, caído; lo beben quienes muestran una derrota y a la vez una desmemoria. Hay, por fin, un vino profundo ! un vino que está igualmente lejos de la trivialidad y de la venganza! es el vino de las solemnidades; el que bebe el cantaor de flamenco antes de iniciar su ayeo, su quejío; ese vino que empuja hacia su corazón, para apartar el olvido o la indiferencia”. Podríamos considerar, éste, como un acto de consagración en el que el cantaor se invistiera de unos atributos negados al resto de los mortales.

No es el vino, como todo lo excelso, algo de lo que se pueda o se deba abusar: podríamos caer  en el error de banalizarlo; de bajarlo del Olimpo ! donde Dioniso sigue festejando junto al resto de las divinidades, la cata de cada nueva cosecha! para arrojarlo a las cloacas; por eso hay que gustarlo con mesura, en el momento justo, en la ocasión pintada, aquélla en la que el alma pida hablar por su boca.

Después está el esfuerzo por descubrir su esencia; que son esas labores, en nada rutinarias, que se inician plantando una modesta rama, una débil promesa que formará la cepa de la que brotarán, traslúcidos, sus ambarinos frutos.

Y está la mano sabia, la trasmisión constante hecha de padres a hijos; el amor y la entrega generosa; la cultura ancestral de su cultivo laborioso y tenaz. Y está el Sol que dejará su huella en el azúcar; y la tierra que prestará calor a las raíces. Y está el lagar, por el que el mosto corre en ríos de ambrosía; y la tinaja austera, hecha también de tierra para que siga el mosto soñándose en la cepa. Y por fin el silencio, el reposo absoluto, la mutación radiante que dejará en los vasos el hermoso caudal de su misterio.

Qué deciros del vino que ya no se haya dicho por todos los que un día se sintieron artistas; por tantos valedores como tuvo, como siempre tendrá, mientras la Mancha no pierda su horizonte.

Qué deciros del vino de esta tierra que no dijera Sancho, el escudero de aquel loco imposible; o el último aprendiz de bodeguero que aún no acierta en su oficio de preparar las madres...

Humildemente, nada.


Si puedo, sin embargo, plasmar esta constancia de admiración sincera, por quienes han dejado en el vino tanto esfuerzo, tanta sabiduría, tanta alquimia prendida en la torcía de ese candil que un día les abrirá el camino para subir hasta el empotro donde las bocas anchas de las hervidoras tinajas, habrán dejado ya lugar para el reposo.

Antes no permitirán el acceso de ningún intruso que intente romper su intimidad; ni nadie, avezado en estas lides, se atreverá a cruzar esos metros que separan la puerta de la cueva de aquellas panzudas y aparentemente pacíficas estructuras que no se sabe por qué arte de encantamiento ocupan un espacio superior al de las entradas que la cueva/bodega permite, de lo que se deduce que, o bien fueron fabricadas en el mismo lugar que ahora ocupan, por hábiles alfareros venidos de otras tierras, o fueron trasladadas hasta su lugar de ubicación, en el mismo momento en que la tierra, horadada, dejaba lugar para ello. Sea como fuere, que más misterio no podrá haber, es el candil el que decide en qué momento se puede traspasar aquella intimidad sin riesgo de la propia vida. Y aún así, más de uno ha perecido en ese abrazo mortal con el que el vino concluye su advenimiento. Después, el paso quedará expedito para que comience el trasiego y el peregrinar de los caldos manchegos hasta allende los mares, donde su buena fama les hace partícipes de cuantas celebraciones, ritos y hermanamientos precisen de su confabulación.

No se conoce un tiempo sin vino; no un tiempo escrito. Desde que el hombre pudo dejar constancia de sus sueños, de sus pensamientos, de sus logros, ha sido, el vino, camarada propicio a la cordialidad y al buen entendimiento entre culturas y razas; algo así como la Pipa de la Paz que fumaban los indios americanos en épocas de armisticio.

Claro está que de su abuso, como de todo lo que exceda la normalidad, sólo pueden esperarse tristes consecuencias, penosos desarreglos de la personalidad y dependencias incontrolables que harán de quien en ello caiga enfermos irrecuperables que vivirán su vida en una tragicomedia constante.


Ya dijo alguien que todo lo bueno, o es pecado o está prohibido. El chiste !toda una sentencia filosófica!, es cierto si con abuso se procede; pero si el entendimiento anda en la justa concepción que de las dosis de placer puede admitir, el vino, nuestro más excelsa referencia, será recibido bajo palio, allí donde alguien intente la celebración de la vid

miércoles, 22 de enero de 2014

Homenaje a los campesinos manchegos

Mi amigo Manuel Díaz Pinés (Galmango) es un manzanareño de los que llevan sus raíces a pie de corazón .Hijo de Melchor Díaz- Pinés , redactor de toda una época que, dejó innumerables trabajos sobre Manzanares, sus lugares, sus gentes, sus oficios y sobre todo lo que con su acertada pluma podía contar y de Sagrario Fernández- Prieto, siempre a la sombra de su esposo en la tienda que regentaban y ama de casa, Manuel, ferviente admirador de su padre, tiene además la virtud de ser tan prolífico como aquél y ha adaptado a las modernas tecnologías en las que es experto, mucho de lo que Melchor dejó escrito y fotografiado.

Recriado en Galicia, concretamente en Pontevedra donde reside junto a su familia, vuelve la vista atrás con frecuencia para echar mano de personajes y recuerdos de  su Manzanares. Por este motivo, tiene una página en Youtube desde la que recrea vídeos representativos y de la que, con su permiso,  me he permitido copiar para mi blog, los que a mi, modestamente,  conciernen.

Con mi agradecimiento por esta hermosa labor a la que sus seguidores no somos indiferentes, brindo a quien corresponda la sugerencia de reconocer públicamente su aportación a la cultura y la historia de nuestro pueblo.



Manzanares. Calles, lugares y personajes...

Poesía, en la voz de Jerónimo Calero

Manzanares y sus creadores: La poesía de Jerónimo Calero









LIBRO; HUELLAS






HUELLAS, Editorial Cantahueso, Madrid, con prólogo de Manuel Laespada Vizcaino, es el primer libro del autor editado en el año 2000.Como su nombre indica es un repaso por la memoria desde una infancia de posguerra, dura para casi todo el mundo, pero más para los campesinos que realizaban un trabajo mal visto y peor pagado. Es un homenaje a aquellos hombre y mujeres que con su esfuerzo y abnegación hicieron frente a todas las dificultades por arduas que fueran, con la mirada puesta en el cielo y en los hijos.

Poesía visceral, desnuda y esperanzada  con la que el autor trata de saldar una deuda de vida. 

Edición agotada. quedan algunos ejemplares en Librería la Pecera de Manzanares al precio de 10€

Dos poemas del libro:

XI

No sé de quién os hablo,
porque memoria es sólo lo que tengo
y acaso no es exacta.
Se me han multiplicado los panes y los peces
y se ha puesto la vida de mi lado.
Todo bien,
hasta el punto de sentirme
casi siempre agobiado.
Por eso miro atrás de vez en cuando
y acudo a la memoria;
es el único sitio donde siguen
cantando las cigarras.

XXV

En comunión de versos
voy rasgando mi piel cada mañana
para buscarme allí donde reposan
las palabras primeras.
No hay nada más hermoso que el origen,
y nada habrá más puro
que la luz cenital de las auroras
que acaso imaginé cuando en mi vida
faltaban las palabras.

LIBRO; Y QUIEN ES EL QUE CANTA




Los poemas que componen ¿...Y QUIÉN ES EL QUE CANTA? nos adentran en un mundo de memoria y existencia en donde se reflexiona sobre el deseo y el olvido, la ilusión y la admiración, el amor y la soledad.Todo ello bajo la mirada del que lleva en los ojos la poesía -esa lente con la que las palabras se convierten en señas de identidad.

Pueden adquirirlo en la Página de Editorial Cuadernos del Laberinto o en su propia librería donde le harán las oportunas gestiones, al precio de 10€


Dos poemas del libro:

                                                                    Yo me iré.
                                                                    Y seguirán los pájaros cantando.
                                                                    Juan Ramón Jiménez
5

El campo aquel, el árbol centenario,
el brocal de la noria, la artesilla,
el agua virginal que rumorosa
nace a la luz después de tantos siglos.

La precisa armonía de las cosas
que quedaron atrás, como quedaron
después de cada muerto, la silente
naturaleza estática, el aroma
vegetal de la tierra, el dulce trino
con que el sol amanece, la escarlata
plenitud de la aurora.

                                Yo me iré
No rompáis el silencio, todo sigue
por los cauces de siempre. Nada cambia.
La eternidad apenas se estremece,
la sombra sigue dándome en los ojos
pues sombra resultó ser mi existencia.

Y por todo epitafio, si alguien quiere,
decid que fui, que quise y que no supe.
Nada mejor habrá que me defina
bajo esta algarabía de torcaces
con la que están hablando los cipreses.

1

                                                                       Enhiesto surtidor de sombra y sueño.
                                                                       Gerardo Diego

He plantado un ciprés en tu memoria:
un pequeño espigón, apenas nada,
una sombra que crece enamorada
trepando por el mástil de tu gloria.

No será un ejemplar para la historia
ni prenderá en mirada enajenada,
pero acaso su sombra recatada
me sirva como prueba exculpatoria

de que intenté  caminos diferentes:
un poema, un ciprés...cosas corrientes
si las miras sin mucha perspectiva.

Pero cosas, al fin, de quien espera
que a pesar de una vida pasajera
quede tras sí una huella positiva.

LIBROS; CON OTRO ACENTO





"CON OTRO ACENTO" es un libro de poesía, si lo que se entiende por poesía es VIDA. Y ya se sabe que VIDA es sinónimo (y si no lo es debería serlo) de sentimiento; y sentimiento es sinónimo de estremecimiento, de pasión de huella...

Todas estas sensaciones que la vida depara están incluidas en este poemario en el que el autor se califica, por encima de todo, ser humano; y que, como tal,  no tiene otras palabras para expresarse que las que la propia existencia le depara.

Ese mismo pálpito que nos une, que nos hace partícipes de las mismas emociones, es el que el lector encontrará en las páginas de "Con otro acento".

Que su lectura te haga sentir.

Pueden adquirirlo en la página de la Editorial United PC al precio de 14,90€

Dos poemas del libro:

VI

Yo querría escribir de andar por casa,
con palabras que dieran la medida
cual sencillas parábolas; con ejemplos
que fueran entendibles de la forma más simple.
Yo querría saber llegar al fondo
de forma transparente, sin adornos
de vano contenido, como un agua
discurriendo por cauces naturales.
Se trata de decir lo que nos pasa,
de aceptar nuestros límites, de vernos
con la humildad que al barro corresponde.
Se trata de aprender de las palabras
con las palabras justas, en resumen,
se trata de encontrarme con vosotros.


XI

Engarzados a Dios, como un rosario
que colgara en vaivén de su cintura,
tan cerca que nos tapa su figura,
tan lejos que parece imaginario.

De vez en cuando reza en su breviario
y llora, como un hombre, su amargura.
¿Qué puede hacer que aquel que es aura pura
reviva a cada instante su calvario?

Acaso es el dolor de haber pecado
de creadora soberbia, en un intento
de hacer un ser a imagen de sí mismo.

O puede que se sienta abandonado
porque el fruto de su divino invento
le ha salido pasado de egoísmo.


LIBRO; AMOR POESÍA AMOROSA CONTEMPORÁNEA





AMOR Poesía amorosa contemporánea  es un libro de poesía que de la mano de Alicia García Arés, directora de Editorial Cuadernos del Laberinto, recoge una antología de poesía de esta modalidad.
Nombres como Luis Alberto de Cuenca, Luis García Arés, Jesús Hilario Tundidor, Luis Antonio de Villena, Ana Montojo y así hasta una nómina de veinticinco poetas entre los que me honro en participar, contribuyen a hacer de este poemario una de las escasas antologías sobre la materia editadas en la actualidad.

Puede adquirirse al precio de 12€ en la página de la propia editorial, o en su librería habitual donde le harán lo oportuna gestión. O bien en las distintas librerías a las que lo distribuye la Editorial Cuadernos del Laberinto y que están especificadas en la página de la editorial.



Con la inestimable colaboración de mi amigo GALMANGO, a quien debo todas estas mejoras tecnológicas, os presento, recitados, los poemas con los que colaboro en este libro.



LIBRO: POEMAS AL DIRECTOR





POEMAS AL DIRECTOR es un proyecto de "Soypoeta.com", en el me que honro en colaborar junto a otros sesenta y ocho poetas, que desde su Red Social de Poesía, está creado y moderado por Ángel Rodriguez Fernández  y recogido y adaptado por Guillermo Spottorno, director de "Soypoeta.com".

El fin de esta publicación es contribuir a la labor social de RAIS Fundación ayudando a la  financiación de los programas de ayuda a las personas sin hogar. Para ello se ha puesto a la venta al precio de 12 € y se puede adquirir solicitándolo a Bubok Publishing S.L. a través de su página en Internet , o dirigiéndose a su librería habitual desde la que harían la oportuna gestión. También se puede solicitar a través de la página "Poemas al director"

MAR GRUESA

Sólo vi la entrevista al presidente del gobierno durante unos minutos, pero en ese poco tiempo me pude dar cuenta de que el Sr. Rajoy estaba sobre aviso, iba a la defensiva, se escudó en monólogos y repitió esas consignas a las que ya nos tiene acostumbrados: La infanta es inocente, no subirá el IVA, se solucionará el paro, no permitirá el desmembramiento de España, apoyará a sus ministros porque han tenido que tomar decisiones difíciles. Y sobre todo, ha insistido en que la situación está mucho mejor que la que se encontraron a su llegada. Dicen de los gallegos que nunca se sabe si suben o bajan. Creo, por supuesto, que es una generalidad como tantas, un tópico, un estereotipo… Aunque vista la actitud de D. Mariano, uno no sabe que pensar. Porque D. Mariano, como dijo la entrevistadora (que fue incisiva, mordaz y probablemente poco delicada) es un personaje correoso al que es difícil conseguir sacarle titulares. A mí, lo que realmente me sorprende es que, ya mediada la legislatura, sigan echando balones fuera y cargando culpas a los que ya no están, como si los que ahora gobiernan hubieran venido de algún otro planeta en el que se desconocían los malos momentos por los que atravesaba España. Y es que, pienso yo, tan culpable es el gobierno que se desmanda como la oposición que no sabe poner freno a los desmanes. Aquí sí que viene a cuento ese refrán que dice que cada cual arrima el ascua a su sardina, porque eso es, al parecer, lo que han estado haciendo todos: Los unos mirando hacia otro lado para que nadie se fije en sus propias andanzas; los otros negando la mayor cuando se veía patente que íbamos de mal en peor. Y así seguiremos mientras no haya alguien capaz de dar la cara como se debe: saliéndose de esos círculos viciados en los que el poder está maniatado. Mientras tanto, el sistema capitalista haciendo aguas que, por mucho que se tapen las brechas, no hay manera de achicar. Y es que, el sistema (el menos malo de los sistemas democráticos, según dicen), se basa en un constante consumismo que hace que todos vivamos por encima de nuestras posibilidades. Una continua huida hacia delante para evitar el hundimiento que, a la postre, será inevitable si no se toman remedios que no sean de manual. Porque vamos a ver: hasta que a alguien no dio el frenazo que nos ha catapultado a la pobreza, España era un país en auge. Había trabajo, la gente se endeudaba porque podían responder a esas deudas, dadas las facilidades que los bancos ofrecían y a unos salarios que gozaban de buena salud. Seguíamos huyendo hacia delante pero parecía que los resultados eran buenos (esto es lo que se trasluce a nivel doméstico) y nadie parecía poner en duda aquello que algún político acuñó de que “España va bien”. Y realmente iba bien en lo que se refiere a consumo; un consumo que a todos alegraba y al que nadie le hacía ascos. Pero ¡ay! Ahí estaban los guardianes de la indisoluble Europa poniendo freno a lo que es estimaba un país en bancarrota. Había que tomar medidas drásticas. Y se tomaron. Tantas que hundieron el sistema. Porque no olvidemos que gracias al sistema, el gobierno llenaba sus arcas. Ahora no hay dinero ni para el gobierno, aunque los más sigamos pagando impuestos religiosamente (mientras podamos); impuestos que no dan para mucho según parece, por lo que hay que subir y subir hasta que las ubres de la vaca se sequen y ya no haya de dónde sacar. En fin, no sé si doctores, pero asesores, supongo que bien pagados, sí que tienen los que gobiernan. A ellos, asesores y gobernantes, les corresponde sacarnos de este pozo en el que nos han sumergido antes de que el agua nos llegue a los ojos. Ya nos llega a una altura alarmante; a la que le llegaba al conde de Romanones…

domingo, 19 de enero de 2014

PATRÓN *

Respondiendo a vuestra amable invitación voy a intentar bucear por los escollos de mi alma. No sé si responderá mi artículo a vuestras expectativas, a eso que, ingenuamente, pretendéis de mi modesta pluma.

Es vuestra sugerencia que escriba sobre Jesús, sobre Nuestro Padre Jesús del Perdón, Patrón de Manzanares; sobre esa imagen venerada por todos los manzanareños presentes y ausentes; sobre esa impresión que se desprende de sus ojos mezcla de dolor y mansedumbre; sobre esas inmensas oleadas de penitentes que le siguen en su víacrucis con el corazón estremecido por el favor recibido y con los pies descalzos en señal de sacrificio. Me sugerís, estimo,  que hable sobre algo a lo que no alcanzo. Y utilizando aquellas palabras salidas del alma del centurión, que aún a sabiendas de la distancia que le separaba del Maestro, suplicaba por la salvación de su hijo, os diré, como él, que no soy digno.

Porque no se trata de escribir un artículo más o menos circunstancial para llenar las páginas de un programa conmemorativo; se trata de dejar constancia de una autenticidad que no poseo, de una fe que no me alcanza, de un culto que no practico. Y ante esta situación, cualquiera de las personas  que humildemente se acercan hasta su altar a besar su pie desnudo, podría expresar, de una manera más directa, ese sentimiento de patronazgo con el que Nuestro Padre Jesús del Perdón es venerado.

Yo, y en esto puedo basar mi escrito, me siento más cercano al Jesús Hombre; a esa historia de entrega por una causa que él consideró justa, a ese deseo de asumir en propia carne las culpas de los demás; de esos demás que le consideraban loco, o profano, o peligroso; a esa visión del sentido de la vida, a esa dimensión profunda que emanaba de sus actos o de sus palabras.

Porque ese Hombre fue grande no por ser Dios, sino por ser Hombre, que también Hombre puede escribirse con mayúscula; por asumir el riesgo de su propia convicción; por saber renunciar a lo que de placentero podía ofrecerle la vida, en busca de una identidad consustancial con aquello que predicaba; porque no fue profeta en su tierra; porque fue humilde con los humildes y supo elevar el tono  con los soberbios; porque oró desde el miedo; porque sufrió una muerte injusta; porque, en definitiva, pasó por la vida dejando una honda huella humana
.
Si su muerte no hubiera sido cruenta, posiblemente, su historia se hubiera diluido como la de tantas otras víctimas que en una entrega generosa, intentado seguir sus pasos, han dejado su vida en lugares inhóspitos a manos de un fanatismo ciego; me vienen a la memoria organizaciones como Médicos Sin Frontera, Basida, Unicef, Manos Unidas, Cáritas...y tantas otras  integradas por hombres y mujeres que sienten que su misión comienza en la mirada de unos ojos inocentes que ni siquiera saben preguntarse el porqué de su infortunio; que cuidan a los enfermos terminales de Sida o a los drogodependientes incapaces de salir de su infierno; o intentan metas de supervivencia, de alfabetización, de adaptación de medios.. Sí, me pedís que escriba sobre Jesús. Y yo espero haberos complacido haciéndolo de esta manera. Porque no es mi mirada profana ni mi sentimiento impío. Simplemente os hablo de lo que a mí me sugiere su imagen caminando por nuestras calles en un último intento de predicar en el desierto; en el desierto de unos oídos que no entienden ni su mensaje ni su compromiso. Porque no es el hecho de salir en procesión, o el ornato de una bella carroza, o la imaginería que supo cincelar la expresión de la bondad, o ni tan siquiera este rimero de sentidas palabras, el fin último de su sacrificio.

Su voz está ahí. Su palabra está ahí. Cristo está ahí. En esa legión de almas que entendiendo su mensaje dejan todo para dedicarse a los más desposeídos; en las voces que surgen reclamando coeficientes para crear infraestructuras en países subdesarrollados; en los gobiernos que intentan hacer una justicia distributiva que libere al ser humano de la tiranía de la miseria... En todos estos actos está Cristo Vivo, Cristo Hombre; nuestro Patrón, pero también nuestro hermano.
Porque es cierto el mensaje: Cristo no murió. Aún habita entre nosotros y sigue desgranando su palabra de amor sobre los hombres.

Y termino con un tríptico de sonetos robados a la inspiración:


         I


Un año más aquí, sobre tus pasos,
persiguiendo la luz de tu mirada.
Un año más en esta encrucijada
de dudas, esperanzas y fracasos.

Cuesta llegar a Ti. Tantos ocasos,
oscurecen Tu eterna madrugada
que queda a contraluz, desdibujada,
la imagen de tus íntimos traspasos.

Traspaso, la crueldad en tu tortura.
Traspaso, el veredicto en tu condena.
Traspaso, la ignominia en tu persona

Era tu Cruz, Señor, sobre la escena,
se ha quedado flotando la amargura
y refleja el escarnio tu corona.

II

La Luna alumbra el haz de este cortejo
que en procesión te sigue hasta el calvario
en un gesto de amor, que solidario,
quiere hacerse dolor por tu reflejo.

Hoy tiene su plegaria como un dejo
de infinita tristeza. Es necesario
que regreses a un mundo que a diario
necesita tu voz y tu consejo.

Dijiste luz, y abundan los abismos.
Dijiste amor, y hay odio en las miradas,
dijiste paz y hay pífanos de guerra.

Si aún la vida se nutre de egoísmos.
Si aun hay  almas que están atribuladas.
¿Cuándo vuelves, Señor, por esta tierra?.

III

Estás en oración, sobre la noche
se perfila la Cruz de tu tormento,
tienes triste la voz, estás sediento
y te brotan palabras de reproche.

¡Quieres vivir!, presientes el derroche
de vida que se escapa por tu aliento,
y pesa como losa el mandamiento
con el que has de poner humano broche.

¡Padre!, suplicas. Y la noche calla.
¡Padre!, y se llena de dolor tu acento.
¡Padre!, y el alma se te va en el grito.

Mas aún no está salvada la muralla
que te habrá de llevar al aposento
desde el cual se divisa el infinito..


*Escrito con motivo de la celebración de la festividad de Nuestro Padre Jesús del Perdón

viernes, 17 de enero de 2014

DULCINEA

Hubo un tiempo, en el que la imagen de las gentes tenía mucho que ver con el oficio que practicaban. Así el herrero se dibujaba renegrido por el humo de la fragua; el campesino zafio y curtido por el sol, el pastelero blanco como la harina que amasaba; el oficinista pálido por la carencia de luz natural...

Por fortuna, aquellos estereotipos no se corresponden con la vida actual en la que cualquier persona, una vez finalizada su tarea diaria, deja aparcadas sus naturales obligaciones y con ellas  los distintos elementos que la caracterizan, para presentarse con el debido decoro en un mundo obsesionado con la imagen exterior.

Y no hablamos sólo de la imagen, porque también se daba por hecho que la mentalidad, mejor diría la inteligencia,  iba pareja al aspecto exterior dejando en mal lugar a los más desfavorecidos por la suerte de nacer en un determinado estrato social, por entonces, repetido de generación en generación.

Así, Dulcinea, sin ningún atisbo de piedad por parte de su creador, nos fue retratada como una  vulgar y zafia campesina, ruda en sus maneras y simple en sus entendederas. Y no es que tenga nada que objetar a lo dicho por un genio de la literatura universal, pero a veces, los genios son poco condescendentes con sus personajes




Era fea  vulgar y algo simplona,
zafia , ruda y adusta campesina,
manos de leñador, talle de encina.
Nadie sintió piedad de su persona.

Y esa imagen llegó por mil caminos
a todos los rincones del planeta
que no hubo en el Toboso algún poeta
para cambiar el curso del destino .

Solo un hidalgo vio lo que ocultaron
procaces mentidores maliciosos:
eran sus labios rojos y jugosos
y sus ojos inmensos lo turbaron.

Y trémulo de amor, pulsó su lira
que, desgarrada, susurró un lamento
mínima extrema unción de un sentimiento
que antes de ser quemó funesta pira.

¡ Que hermosa lucidez alucinada !
¡ Que bella sucesión de anacronismos!
¡ Que historia de dolor jamás contada !

Nunca fuera una dama tan amada
a pesar de la burla y el cinismo
con la que fue su historia relatada.

miércoles, 15 de enero de 2014

UN NOMBRE PARA NUESTRA HISTORIA LOCAL *

"En mis largas horas de insomnio, he contemplado el azul del cielo y mi imaginación ha volado a regiones astrales, intentando contar las estrellas y entresacar unas pocas para formar con ellas pequeños ramilletes, que desde mi soledad mandaba a todas aquellas víctimas que padecían las injusticias de los hombres"

Juan Caba Guijarro


Es, en estos últimos tiempos, más frecuente de lo que fuera de desear, la aparición en Siembra de notas necrológicas referidas a amigos cercanos y colaboradores de la revista. Y si bien es cierto que la persona a la que hoy vamos a dedicarle nuestra semblanza, ha fallecido a edad longeva, no por ello es menos doloroso, ni menos emotivo, tener que hablar en pretérito de quien, hasta ayer, fue un admirado, querido y prolífico ser, con cuyo trato nos honramos.
Hablar de Juan Caba Guijarro, es hablar de una oscura época de la Historia de España, de una historia no escrita desde el bando en el que él defendió sus ideales. Porque si algo intrínseco hubo en Juan Caba, fue su idealismo, al que dedicó su vida en cuantas situaciones hubo de hacerlo. Pero como, éste, sería un tema para tratar a fondo y por historiadores. Y como haberlos, los hay, dejaré que sean ellos los que tomen la iniciativa en esta materia, para dedicarme, en esta ocasión, a reflejar al hombre que conocí en el declive de su existencia.
Juan fue una de esos hombres que nacieron condenados al yugo; uno de esos niños yunteros que tan trágicamente describió Miguel Hernández: "Carne de yugo, ha nacido/ más humillado que bello..." Por otra parte, todos los nacidos en aquella época tuvieron una infancia dolorosa, aunque ellos no lo supieran, aunque para ellos, aquello de arar con la yunta, con apenas nueve, años fuera hombrear... Pero nuestro hombre siempre tuvo unos horizontes amplios. Y se ilustró, robándole ratos al sueño y al cansancio, leyendo, bajo la luz del candil, todo lo que caía en sus manos. Y sintió que su voz era necesaria para ayudar a crear un mundo mejor. Y escribió ensayos, y poesía. Y recreó la historia de Manzanares en pequeñas publicaciones que veían la luz de manera precaria.
Juan tenía un mundo interior rico. Y eso se notaba nada más iniciar una conversación  con él; por descontado que no sería banal. Y le gustaba conversar, de ahí las tertulias que organizaba en la Universidad Popular, con sus amigos Pedro del Castillo, Juan Misut, Miguel Pérez,  Antonio Bermúdez...
Yo tuve la suerte de conocerlo a través de nuestras colaboraciones en Siembra. Nos profesábamos simpatía y me iba haciendo depositario de sus pequeñas publicaciones. Me visitaba en mi tienda, siempre con el temor de no interrumpir mi trabajo. Era afable, cortés, correcto. Y sabio. Con esa sabiduría cósmica fruto de la observación y el contacto con la naturaleza.
Pienso que Juan Caba, ha sido feliz en sus últimos años. Ha conseguido un reconocido prestigio y ha visto publicada su obra con el patrocinio de la Diputación Provincial de Ciudad Real, en un hermoso libro que lleva por título "MEMORIAS Y VIVENCIAS DE UN CAMPESINO ANARQUISTA". Llegó justo a tiempo. Creo que aquel acto, fue uno de los últimos en los que hablé con Juan. Estaba radiante, acompañado de todos los familiares y amigos que supieron darle calor.
Aquí se hace bueno el refrán de que "hace más el que quiere que el que puede". Juan quiso, y, a pesar de sus limitaciones, pudo. Cabe pensar qué hubiera sido de este hombre con los medios adecuados, esos que ahora disfrutan hasta los que no quieren.
Hoy ha muerto un hombre bueno. Y sus palabras, recogidas en esta obra a la que antes hemos hecho mención, confirman el calificativo por sí solas.
Descansa en paz, Juan,  en esa paz, que sin reservas, te corresponde.

*Semblanza escrita a raíz de su fallecimiento.

sábado, 11 de enero de 2014

UN HOMBRE BUENO.

SANTANILLA.-
Semblanza escrita con motivo de su fallecimiento.

Para Joaqui Muñoz

Si dijera que su nombre es Alfonso Muñoz Nieto-Márquez, lo conocerían sólo sus deudos. Si digo que era conocido como Santanilla, todo el pueblo, en particular los que practican el noble y milenario arte de la Agricultura, sabrán a quién me estoy refiriendo.

Fue Alfonso guarda rural, cuando apenas quedaban guardas en el campo, y fue su caballo de tracción por cadena, su inseparable medio de locomoción para transitar por los malos caminos del término. Pero yo creo que, esencialmente, Alfonso fue un hombre del campo, un campesino al uso, de los que araron con yunta y mulleron las cepas a base de azaón ; de los que regaron su pequeña huerta con noria de mula y sembraron sus piojares con espuerta; de los que trabajaron la tierra con amor, cuando trabajar la tierra era un trabajo duro y abnegado.
Maestro en las labores de poda y estallico; experto en entoldar el gavillero con las gavillas de la última poda; en cargar carros de paja con redor; en hacinar las parvas y ablentar con la pala cuando el aire era propicio. Alfonso, como tantos de nuestros progenitores, mamó de la tierra su saber, y fue el calostro de tal madre el que le dio esa enjundia de hombre razonador y consecuente; de concienzudo labrador manchego.

Tiene Alfonso, tenía, una pequeña huerta en el camino de Daimiel, justo en el pico que este hace con el carril llamado de los Moledores que lleva hacia la Casa de la Serna y los Frailes; con una casa de labor cuidada con un esmero que más se diría ilusión. Ni un desconchón en sus paredes de cal y piedra; ni una teja fuera de su lugar; ni una grieta en el testero que da al sur. Siempre celoso de su cuidado, presto a repellar cuando la ocasión lo requería, a blanquear el caballete, a repintar el zócalo, a cuidar los panginos que regaba con garrafas de agua que transportaba desde el pueblo en su pequeña moto.

Probablemente penséis que son cosas comunes. Yo sé que no; que las cosas comunes no se hacen con el entusiasmo con que Alfonso hacía las que ahora comento. Son cosas del alma, nacidas allí donde se funden los conceptos de lo eterno; allí donde el pensamiento se entronca con la armonía de la existencia.

Hoy, seguramente, seguirá sembrando en su parcela celeste, como lo hacía en aquella foto con la que la Revista Siembra conmemoró su número cien. A su encuentro, saldrán todos los labradores que llegaron antes. Y lo llamarán con el apodo con el que era conocido por bien: "Santanilla". Y habrá revuelo porque ha llegado un amigo; uno más de los nuestros, aunque allí, se supone, todos serán de los nuestros.

Me vais a permitir este pequeño homenaje a un hombre anónimo. A un sembrador, este sí, que no recibió galardones en su vida, que no vio su nombre grabado en la piedra de la efímera gloria. Porque Alfonso es de los míos; de todos los míos que hoy son ausencia; que dieron su sudor generoso de una forma también anónima; como  anónima es la gota de lluvia que después hace mar; o la espiga que después hace cosecha.

Has llegado a la paz. Descansa en ella.

viernes, 10 de enero de 2014

OCASO

  1

Cuando el primer rayo de sol se deslizó por el angosto tragaluz orientado al saliente, el viejo se rebulló sobre la humilde saca de paja en la que yacía vestido, como era la manera habitual de los campesinos manchegos. El incesante manoteo de la "Española" reclamando su pienso, hizo que, de manera mecánica, se incorporara definitivamente e introdujera los pies sobre las derrengadas albarcas. Con paso cansino se dirigió al pesebre que limpió de granzones babeados arrojándolos sobre el suelo de la cuadra mientras en una cantinela hartamente repetida, decía dirigiéndose a la mula : "sooooóhhh,  Española; cejatrás, mula"...; expresiones, éstas,  que el animal parecía entender a la perfección dando un paso atrás y dejando libre el espacio necesario para que el viejo efectuara su tarea sin agobio.
Fue después a la pajera de la que cogió un  puñado de paja seca que extendió en el comedero mezclándola con una  buena almorzada de cebada, ante la impaciente glotonería de la bestia que hundió su belfo entre el preciado manjar. Esta tarea, repetida tres veces a lo largo de la noche, era imprescindible para que la acémila tirara con brío del arado durante las muchas horas en las que iba a estar sometida a tan dura labor.
Intentó tararear una conocida canción, estribillo a modo de salutación con el que todas las mañanas salía al  paraor (especie de explanada lisa que quedaba entre la puerta  y el terreno de labor),  una vez desatrancada la desvencijada puerta de la casucha que se llenaba de la incipiente luz matinal mientras las sombras, en sorpresivo aluvión,  dibujaban la miseria que albergaba el recinto.
La hermosa mañana, como una pincelada de Iniesta   uno de los más insignes pintores de paisajes manchegos a quien el viejo tenía el privilegio de saludar , se le introdujo por los sentidos y la respiró a pleno pulmón. Era, aquella, la única forma de vida que conocía; la que habían vivido sus padres y mucho antes sus abuelos; la que a él le gustaba vivir a pesar de que sus hijos se hubieran marchado a la capital atraídos por una vida menos arrastrada que la que en el campo se llevaba. Movió la cabeza en gesto desesperanzado y el corazón provocó un vuelco de sangre que asomó a sus ojos en forma de furtivas lágrimas. " Es la vida", se dijo mientras se dirigía a la pila de piedra en la que el agua, fresca por el relente de la noche, actuó como sedante sobre su rostro curtido.

2

El viejo tenía edad suficiente para estar en una de las residencias para ancianos que se habían construido en el pueblo; alguno de sus parientes y conocidos habían ido a parar allí después de haber repartido el pequeño patrimonio entre los hijos. Nunca entendería cómo ahora, los hijos podían desprenderse de los padres con tanta facilidad, cuando él recordaba a los suyos ocupando un lugar preferente junto al fuego de la chimenea o en la mesa. Ahora era distinto; no hay sitio en los pisos, decían las nueras... "puñeteras", maldijo en su interior.
Y aquí estaba, por propia decisión, junto a su mula "Española" que le miraba con ojos de compañera, labrando el pequeño quiñón mientras sus fuerzas, cada vez más escasas, se lo permitieran. Aquí tenía todo lo que podía necesitar: Un pozo al que uncía al noble animal cada vez que quería regar la pequeña huerta en la que no faltaban hermosos tomates, esculpidos pepinos, aterciopelados pimientos , tiernas habichuelas de las de sin hebra, patatas tempranas de piel tersa y casi blanca, almibarados melones , sandías azucaradas que se deshacían en la boca, cebollas crujientes y dulces,  jugosas habas...; todo en pequeñas porciones de terreno junto a la casa; suficiente para su sustento y para conseguir unos dinerillos de quienes, sabedores de la bondad de sus productos, se acercaban a comprarlos. Y, para gozar de su paradisíaca sombra además de saborear  sus exquisitos frutos, alguien había plantado un melocotonero, un ciruelo y una frondosa higuera bajo la que siempre soplaba una ligera brisa y en donde su padre había construido una especie de rústico cenador con piedras del terreno.
"Esta casa es un fuerte y el agua horchata...", pensó sin saber  porqué  aquellas palabras venían a su mente con relativa frecuencia. Se las oía a su padre como una invocación cuando de pequeño descansaba bajo aquella sombra bienhechora , inconsciente de que su trabajo de niño, sería mirado con el paso del tiempo como una bárbara explotación.
El viejo no sabía lo que querían decir quienes denunciaban que en el tercer mundo los niños eran explotados. Su vida siempre fue así, como la de esos pequeños fotografiados en actitud de trabajo,  y nunca se sintió triste por ello. Es más, sentía el orgullo de ser útil; de ir, junto a su padre echando la semilla sobre el surco; de aparejar  la mula, que entonces no era la "Española", para engancharla al arado mientras preguntaba: "¿Puedo hacerlo yo, padre?", cosa que el padre, con mirada de profunda satisfacción, aprobaba. Aquél interés partía de él; nadie lo explotaba. Esa sería su vida en el futuro y debía prepararse para ella.

3

El viejo se quedó solo aquél invierno en el que una epidemia de gripe se enquistó entre  los más débiles. Y su mujer era débil; siempre fue algo enfermiza, aunque no por ello dejó de ocupar su lugar en la casa; le dio tres hijos -a los que no supo o no quiso retener-, que ahora andaban por distintos lugares de la península y que apenas habían vuelto por el pueblo. Cuando vinieron todos para el entierro, fue cuando conoció a sus cinco nietos. Los sintió extraños, pero no se sintió solo. Ninguno le dijo: "Véngase con nosotros, padre", o "¿qué va a hacer usted ahora?"; pero no se sintió solo. El sabía que su vida estaba allí, en aquél lugar del que nunca salió y del que nunca querría salir. Y, llegado el momento -ojalá que las fuerzas no le flaquearan demasiado pronto con esta irremediable ausencia-, descansaría en aquél pequeño cementerio rodeado de cipreses y arrullado por el monótono zureo de las palomas.
Despertó de su ensoñación, ¿ habría sido sueño? Es probable que se hubiera quedado dormido después de aquél frugal almuerzo de pan sentado, un tanto correoso,  y tocino salado, regado con un buen trago de vino de la tierra, mientras la "Española", amaneada, triscaba entre los brotes tiernos de la correhuela; últimamente, el viejo, no controlaba su organismo con la misma prontitud que en sus años mozos. Ahora era lento en sus acciones y, de vez, en cuando, un ligero temblor sacudía sus manos que no acertaban a enganchar el tiro en el arado, o a mullir el mantujo que habría de poner en el cuello  del animal para que, sobre él, descansara la collera y sobre ésta el horcate con los tiros; pero eran, éstas,  reacciones momentáneas que , una vez superadas, no tenían mayores consecuencias.

4

Por el límpido cielo, cruzó una bandada de grajos que rompieron el silencio con su característico grito que parecía decir: "Juan, Juan"; siempre le había hecho gracia aquella manifestación sonora. Se incorporó y desató a la mula cuya extrema docilidad no hacía necesaria tal precaución. "Nunca se sabe", reflexionó el viejo, recordando la estampida que el aguijonazo de una avispa provocó en una yunta de mulas enganchadas a una trilla siendo él niño.
 Siguió arando hasta bien entrada la mañana admirado de la intrepidez de las numerosas aves que se acercaban a picotear en la tierra removida. "Es curioso, pensó, los pájaros son asustadizos por instinto y sin embargo apenas se estremecen cuando el arado pasa cerca de ellos..."
"Sooóh, Española; vente bonita, sooooóhhh" , el viejo guiaba con sus palabras los movimientos de la mula mientras la reja del arado hendía la tierra que se abría como una promesa de redención. "La Tierra es la vida", pensaba el viejo mientras levantaba con inusitada energía aquél vetusto arado denominado arte y efectuaba la maniobra de dar la vuelta para abrir el siguiente surco en sentido contrario.
Cuando el sol acortaba la sombra hasta el extremo de confundirla con el propio cuerpo, era la hora de regresar al refugio de la casa; con la camisa empapada y desdibujada  por la tierra que se había ido posando sobre ella, los labios secos y cuarteados y el hosco pelo amasado bajo el sombrero de paja, se hacía imprescindible el regreso a aquél bastión que la casa suponía, para que ambos, hombre y acémila -aunque aquí, dada la dependencia del uno sobre la otra y viceversa, el orden pudiera variarse-,  recuperaran las maltrechas energías.
Una vez desuncida del arado, la Española se dirigía hacia la pila donde saciaba su lujuriosa sed con una avidez propia de quien no tiene que guardar protocolo, para, acto seguido, dirigirse hasta la sombra protectora de su cuadra en la que, el viejo, que aún no había saciado la propia, terminaba de quitarle los arreos y le echaba un merecido pienso que la mula devoraba con fruición; después y con una lentitud infinita, el viejo, sentado sobre el poyo que hacía las veces de camastro,  descalzaba sus entumecidos pies y, metiéndolos en una palangana con agua, se quedaba durante unos instantes en situación de éxtasis; acto seguido, y sin enmendar la postura, echaba mano de la botija que colgada de una estaca, para beber un deleitoso e interminable chorro de agua que, como una cristalina y fresca fuente de vida, hacía que la sangre volviera a circular por sus arterias devolviéndole las mermadas fuerzas. Era entonces, cuando el viejo -que antes de salir hacia el corte había puesto a cocer  junto al fuego un puchero de patatas con unos trozos de carne que conservaba en la fresquera-, echaba  en el caldero el humeante guiso , que , a juzgar por el sabroso aroma, repondría con satisfacción las necesidades de su maltrecho estómago.

5

Con la llegada del invierno, el viejo regresaba al pueblo. Vivía en una casa antigua a las afueras del lugar; un rectángulo de una sola planta con corral y cuadra a los que se accedía por una portada de madera en franco deterioro; estas dependencias, comunicaban con un patio y, desde éste, se accedía a las humildes habitaciones de la casa. En el muro de separación entre ambos cuerpos se había abierto un ventanuco y se había instalado una pila por la parte del corral en  la que la mula era sacada a beber dos veces al día; al otro lado del muro, en el patio, se hallaba situado el pozo, de brocal redondo, construido en piedra y argamasa y en el que un arco de hierro soportaba la carrucha sobre la que se deslizaba el  zaque en un chirriante ir y venir.
Tras la larga temporada estival, el viejo se quitaba las malolientes y deterioradas  ropas y las ponía en remojo en una caldera de cinc; después se sometía a un minucioso lavado en aquel cuarto que hacía las veces de aseo y lavadero y en el que un fogón, situado en uno de los  extremos de la habitación, tenía como única misión, la de calentar el agua para la colada y el aseo personal. Era, éste, un largo proceso, ahora agravado por la ausencia de su mujer que siempre se anticipaba a sus necesidades. Solo y mermado, le costaba un enorme esfuerzo preparar todo lo que necesitaba para este menester al que no conseguía acostumbrarse. Se sentía incapaz, pero no quería pedir socorro. Haberlo hecho, supondría su ingreso en una de aquellas residencias a las que él llamaba almacenes de trastos inútiles.
Se acercó a la barbería, de su amigo Germán. Siempre le había caído bien aquél barbero no demasiado hablador y conocedor de su oficio. Lástima que se hubiera tenido que retirar por aquellos temblores de mano que le impidieron seguir ejerciendo so pena de rebanarle el cuello a algún cliente. Ahora el negocio era llevado por un hijo y un nieto del maestro, quienes se habían especializado en el corte de pelo a navaja y, poco a poco, habían conseguido cambiar la clientela hasta el punto de que apenas quedaban clientes del abuelo Germán, por lo que miraron al viejo con recelo.
"¿Qué va a ser?", dijo el muchacho.
"Corte de pelo y afeitado", respondió el viejo cuya encrespada barba se retorcía en todas direcciones.
"Será mejor que lo afeites tú", dijo el muchacho dirigiéndose a su padre.

6

A medida que pasaban los días el viejo comenzó a sentirse mal. En el campo era distinto, tenía muchas cosas que hacer y sabía hacerlas;  nunca por difícil que fuera la situación, se sintió incapaz de salir del atolladero. Ahora, entre estos muros desconchados,  la casa se le venía abajo, la soledad  había cubierto todos los rincones con su musgo amarillento y el corazón volvió a provocarle otro vuelco de sangre; las lágrimas se deslizaron por sus rugosas mejillas, pero esta vez no quiso detenerlas. "Carmen, Carmen", musitó.
Muy de mañana se dirigió hasta la plaza. Allí estaban los corredores, sin otra misión conocida que la de enterarse de quién vendía o quién compraba.
"Vendo todo", dijo el viejo sin atreverse a mirar a aquel hombrecillo al que, por mal nombre,  llamaban Miracielos.
"Te buscaré comprador", respondió el hombre. "Ya sabes que es el dos por ciento..."
"Hecho", dijo el viejo. Y regresó a su casa.

7

Lo que más trabajo le costó al viejo fue desprenderse de "La Española". El animal volvía la cabeza hacia el que durante tantos años había sido su amo y retardaba el paso consciente de que aquella salida era distinta a las otras.
"Vamos bonita", dijo el viejo mientras un hondo sollozo pugnaba por llegar a su garganta.
La casa y el quiñón se los quedó un lindero. "Si lo hubiera sabido, nos habríamos ahorrado lo del corredor", dijo éste.
"¡Qué importa eso ahora!", dijo el viejo en tono resignado.
Metió todo el dinero en una talega de cuadros y sacó de encima del armario la vieja maleta de cartón que le dieron en la dote y que nunca, hasta hoy, había utilizado; la llenó con su humilde ropa y entregó las llaves de la casa a su nuevo dueño.
"¿Adónde va usted ahora?", inquirió el hombre.
"Voy a morirme".
Con todo el peso de la vida sobre sus hombros, dejó la vieja casona. No miró hacia atrás, tenía miedo de que su pasado le saliera al encuentro recriminándole aquel abandono. Trabajosamente, como si la maleta contuviera la carga de toda su historia, encaminó sus pasos hacia la residencia de las Hermanas de la Caridad.
Llamó tímidamente al timbre y apareció la hermana portera.
"Qué se le ofrece, buen hombre".
"Vengo a quedarme", dijo el viejo.
"Pero eso es imposible -dijo la monja-, hay que guardar turno, ver si hay plaza libre..."
"No tengo tiempo. Acabo de vender mi casa y no tengo adónde ir".
La hermana portera llamó a la directora.
"Pero hombre de Dios  dijo la buena mujer al comprobar la desolación del viejo , ¿cómo es que no nos ha avisado antes?"
"No pensaba que esto pudiera ocurrir", susurró tímidamente el viejo.
"¿Y sus familiares"
"No tengo familia" "Esta es mi familia", adelantó la talega que contenía el dinero.
La superiora miró con extrañeza aquella bolsa sin sospechar lo que podría contener. La abrió y miró al viejo sorprendida.
"Pero"...
"Esto es para ustedes; por cuidarme hasta el día en que me muera"...( que será pronto), pensó sin atreverse a decirlo en alta voz.
"Veamos como podemos regularizar esta situación" , dijo la directora. Pase usted a la sala de  televisión y espere hasta que le llame.
El viejo se asomó al amplio recinto. Sobre cómodas butacas, dormitaban algunos ancianos; otros intentaban incorporarse con  ayuda de andaderas; algunos babeaban embelesados en sus propias visiones.
"Es el fin", se dijo. Se dejó caer en un  rincón aislado y apoyó la cabeza sobre las manos. Por el límpido cielo de su imaginación, una bandada de grajos gritaba "Juan, Juan...."

miércoles, 8 de enero de 2014

EL EURO, ESE SUEÑO.

Llevamos ya más de una década con la moneda única. No sé quién nos vendió la sibilina idea de que con el euro tendríamos todas las ventajas de la Europa comunitaria. Y es posible que España, a nivel de estado, y cuando era un país receptor neto, es decir, recibía más que entregaba,  se beneficiara  con las ayudas económicas que convertidas en euros llenaban las arcas del estado y de todos los recepcionistas que por alguna razón tenían derecho a ellas. Así, enormes latifundios improductivos, recibieron fructuosas ayudas de la PAC (Política Agraria Comunitaria); en general todos los agricultores se beneficiaron de unos ingresos que el campo no daba y que les permitieron arreglar sus casas, renovar la maquinaria, comprarse fincas, etc. Y supongo que todos los sectores de la economía española se beneficiaron en igual medida de subvenciones europeas  Los ayuntamientos remozaron sus pueblos y ciudades, se renovaron carreteras, se crearon aeropuertos y hospitales, residencias de ancianos, escuelas… España dio un salto cualitativo que nos hizo afirmar (les hizo afirmar a nuestros gobernantes) que éramos la décima potencia europea.
Pero llegó la época de las vacas flacas, de los recortes en las subvenciones, de la mayor aportación española a la comunidad, del desplome del ladrillo… y nos dimos cuenta de la cruda realidad: éramos pobres. Pero pobres de solemnidad. Y lo que es peor: endeudados hasta las cejas. Si ahora hablamos de corrupción, de gastos superfluos e innecesarios y de toda la letanía de errores que nos asolan, no sé qué habrá ocurrido en estas décadas en la que el dinero ha entrado a mares. Lo que está claro es que no hemos sido previsores, que no hemos creado un tejido social compacto y que estamos a verlas  venir. Y ahora la pregunta: ¿nadie de los que tenían la obligación de saberlo  se daba cuenta del asunto? Y la respuesta: parece que no. Aquí nos vendría bien la fábula de la cigarra y la hormiga: hemos cantado tan alegremente como ahora lloramos nuestro infortunio.
Y es ahora cuando intuimos (nosotros sólo podemos intuir, imaginar –no tenemos nivel para otros análisis-) que el euro nos está asfixiando. Sí, porque la proporción salarial entre unos y otros países de la Europa comunitaria es tan desfasada que lo que a los ricos enriquece, a los pobres empobrece. Nuestros salarios siguen siendo depreciados por las congelaciones y por las subidas de todos los productos; el comercio, incluso en épocas de rebajas, se queja de una  facturación que nos retrotrae a años del pasado siglo y de unos impuestos que ya casi nadie puede pagar; el paro, salvo oscilaciones propias de determinadas épocas, sigue estancado.

Ya sé que es una estampa pesimista para un principio de año. Yo quisiera tener motivos para el optimismo, y contagiarlos. Claro que si estos motivos existieran realmente, se notaría en el ambiente y no haría falta que nadie diera ánimos. Mientras tanto, y como mal menor, sólo nos queda el recurso del pataleo, porque ¿qué otra cosa podemos hacer?

lunes, 6 de enero de 2014

DANIEL *, mi amigo.


Este trabajo fue escrito en el año 2005, a raíz de su fallecimiento.


Estoy aquí, Daniel, hurgando en el pasado; buscando esos momentos en que fuimos inocentes. Nuestros primeros juegos en la calle de las Corpas, cuando un buen día apareciste por allí y con tu voluminoso culo, diste un empellón a mi hermano que hacía de potro en el juego de la pídola. Fue buena tu entrada en nuestras vidas. Desde entonces, y durante muchos años ( todos los de la adolescencia y la juventud), fuimos amigos. Compartimos colegio, ilusiones, sentimientos -este que ahora tengo al dirigirte este triste escrito- ; compartimos tantas cosas, que sería largo de contar, y a quién le importa.

Fuiste un buen muchacho, ejemplar muchacho ( qué duro es decir fuiste cuando aún tu cuerpo está como dormido), de aquellos que todos quisiéramos como hermano, como amigo; generoso siempre, entregado a la música que era un reto que tu abuelo se había impuesto para ti.

De tu mano inicié mis primeros pasos en la música, en la que anduve poco, tengo que reconocerlo, pero lo suficiente para acompañarte en aquellas noches de ronda, o en aquella orquesta con nombre americano LOS KENTON a la que dedicaste tanto empeño, o en nuestra querida banda de música, municipal primero, privada después, con la que descubrimos un nuevo y entrañable mundo.

Fue después en Madrid, siendo tú, ya,  profesor de su banda municipal - todo un triunfo- y yo un humilde provinciano recién llegado a aquella pensión en la calle Menéndez Pelayo. Recuerdo tus actuaciones en el Parque del Retiro, tus palabras de ánimo para aquél primer trabajo que yo conseguí y que alternaba con mi servicio militar, tu sincera alegría cuando veías que mi camino se iba afianzando.
Pero de nada sirve llenar ahora páginas desde el recuerdo, aunque sea éste el que nos ha mantenido unidos durante los últimos años, cuando ya nuestra relación, por causas naturales era la propia de adultos que viven en ambientes distintos.

Fuiste un merecido Sembrador, porque a nadie se le escapaba tu amor por Manzanares, tu constante apoyo a todo lo que pudiera mejorar el ambiente musical; tu decisiva intervención para que Manzanares contara con un Conservatorio; tus actuaciones con tus compañeros de la Orquesta Nacional de España - máxima aspiración de cualquier músico en nuestro país y a la que meritoriamente accediste-  en esta banda humilde que se crecía con vosotros, dando, bajo la batuta de otro ilustre manzanareño, José Sánchez Maroto, conciertos inolvidables.

Nadie podía imaginar que nuestro Gran Teatro tuviera el honor de recibir a la Orquesta Nacional de España, tan solicitada, tan grandiosa, tan inaccesible. Y aquí estuvo, y aunque tú nunca dijiste que fuera gracias a tu mediación, todos sabíamos que fue por ello por lo que la ONE actuó en Manzanares. No te gustaban los homenajes hacia tu persona, te gustaba estar en la sombra, disfrutar de tu pueblo que visitabas cuando los demás se iban de vacaciones a las abarrotadas playas.

Esta mañana he salido a la calle; el cielo, después de una temporada de lluvia estaba de un azul inmaculado; ni una pequeña nube presagiaba tu ausencia; el jardín  de la Plaza de las Palomas - ese que a ti te gustaba contemplar desde el Josito a altas horas de la madrugada- brillaba con el mismo esplendor de otras primaveras; la banda, tu banda, estaba preparada para interpretar una marcha fúnebre en tu honor, las campanas tañían por tu muerte, por todas las muertes que, inexorablemente se irán produciendo Y es que eso somos, después de todo: el diente de un engranaje que se va reponiendo a medida que otro desaparece. Nada más y nada menos.

Han dado la noticia de tu fallecimiento. Has hablado desde un pasado aún reciente. Hay consternación y asombro en quienes te conocen y te quieren. Nada distinto a lo que ocurre con todos los muertos. Reposarás aquí, junto a los tuyos, en la paz del camposanto del pueblo que te vio nacer. Con tu vida, te has ganado un bello epitafio que, sin duda, alguien pondrá sobre tu lápida. Descansa en paz, amigo.



* Daniel Francisco González-Mellado Marruedo. Músico. Inició sus estudios en la Banda Municipal de Manzanares y los finalizó en el Conservatorio de Madrid. Fue profesor en la Banda Municipal de Madrid y posteriormente, por oposición,  en la Orquesta Nacional de España, donde desarrolló su actividad, bajo la titularidad de trombón bajo hasta su muerte acaecida en el año 2005, a los cincuenta y cinco años de edad..
Fue constante colaborador de nuestra banda de música siempre que su tiempo se lo permitía.
En Manzanares se celebran unas jornadas musicales que llevan su nombre.
Estaba en posesión de la Medalla de la Orden de Isabel la Católica. 

sábado, 4 de enero de 2014

SANTEROS (homenaje a los santeros de mi pueblo)

SANTEROS.-

Pudiera pensarse, en los albores del tercer milenio, que la figura del santero es anacrónica y decadente. Cuando menos, no deja de resultar pintoresco que en una civilización regida por los avances tecnológicos más insospechados, en los que el ser humano ha despegado de sus raíces para ubicarse en la nube de la ensoñación y el más difícil todavía, sigan existiendo personas que vuelven los ojos a la recóndita soledad de las pequeñas ermitas para vaciar en ellas su espiritualidad y su deseo de rescatar del olvido las tradiciones de nuestros antepasados.
Con verdadero asombro, y con íntima gratitud, uno observa a esos grupos o cofradías de hombres y mujeres de buena voluntad que en una entrega generosa y altruista y,como si de cosa propia se tratase, ofrecen lo mejor de sí mismos para que florezcan de manera esplendorosa los recios muros que albergan la quietud y el sosiego de nuestros santos viejos.
San Antón, La Paz, San Blas, que por este orden celebran su festividad, son un vivo ejemplo de lo que vengo a decir en este comentario surgido al hilo de la última celebración en la restaurada ermita del que fuera el barrio de mi niñez, San Blas, cuando mis ojos asombrados, veían como el "Chato Buqueque" balanceaba la cesta en la que un par de palomas, no sé si pareja, agitaban sus blancas alas mientras iba subiendo el precio que por ellas, se ofrecía en una subasta en la que el fervor popular se mezclaba con el deseo de admiración de quienes, poseídos por el ímpetu del subastador, voceaban la cifra que echaba por tierra las ilusiones de los menos arriesgados.
Y si bien es cierto que siempre hubo alguna familia de la vecindad sobre la que recayó el cuidado y el desarrollo de las tradicionales fiestas y que gracias a ese empeño, tal vez  nunca reconocido, no se apagó del todo el brillo de estas celebraciones, ha sido en los últimos años, cuando estas cofradías han resurgido con fuerza y se han volcado en sus propósitos.
Propósitos dignos de todo elogio, en los que no se han escatimado esfuerzos para conseguir la total restauración de las ermitas y la esplendorosa recuperación de nuestras costumbres.
Citar aquí los nombres de quienes han hecho posible estos logros, sería tarea engorrosa por mor del desconocimiento de muchos de ellos, y porque, bien mirado, merecen capítulo aparte en la historia de nuestro pueblo. Capítulo éste, que dejo abierto por si a algún historiador se le ocurre llevarlo a la práctica.
Lo que a mí me ha llevado, hoy, a escribir esta página, ha sido el reconocimiento hacia quienes por amor a su barrio, por devoción a su santo o santa, o por el simple hecho de ser buena gente, han sido capaces de dedicar su tiempo libre a menesteres no siempre gratificantes para su cuerpo -trabajo frío, preocupaciones-, pero siempre gratos para su espíritu. Menesteres los llamo por utilizar una palabra que me parece hermosa,  que de no ser por ellos nadie hubiera emprendido, con el consiguiente deterioro de nuestras ermitas y nuestras tradiciones.
Entre otras acepciones, dice el diccionario de la palabra Santero: Persona que cuida a los santos. Yo me atrevería a agregar. ...Y que ama a su pueblo.

jueves, 2 de enero de 2014

2014. EL AÑO DE LAS SOLUCIONES

Ya estamos cansados de que nuestros políticos vayan postergando las fechas en las que se irán viendo mejoras en el empleo y en la vida ciudadana. Sobre todo, nos cansa la ambigüedad con la que se refieren a estos temas y al enorme margen de error que se permiten. Mientras tanto, suben  la luz, congelan los salarios, no revalorizan las pensiones y, como favor, no tocarán el IVA. En definitiva, nos empobrecen.
Pero como parece que este año tiene que ser el del resurgimiento a cualquier precio, insistimos en el crédito que hipotecará un poco más a España y a los españoles. No en el crédito para empresas o autónomos ( no digamos para las personas físicas), esos están parados, con el freno de mano echado y con calzos en las ruedas; hablamos del endeudamiento del Gobierno. Sin ir más lejos, parece que en el ayuntamiento de nuestro pueblo se ha subido el presupuesto de 13 a 20 millones de euros y se ha pedido un crédito de cuatro millones y medio. Y francamente, bastante tenemos los ciudadanos de a pie con hacer frente a nuestros propios problemas, como para que los que ellos originan repercutan en nuestra ya mermada economía.
Aquí, en Manzanares, se decía por parte de los que ahora nos gobiernan, que llevarían el ayuntamiento como si se tratara de una empresa… Creo que no. Ni lo han conseguido ni se puede hacer.  Primero porque no tienen nada que ver los fines de uno y otras, pues mientras la empresa está creada con ánimo de lucro, la gestión municipal (a no ser que los que gobiernan pretendieran lucrarse) se basa  en otros parámetros de corte social. Segundo porque ninguna empresa puede permitirse adaptar ingresos a gastos en función de impuestos y subidas de tasas como hacen los ayuntamientos y el gobierno central. En la empresa, hablo de pequeñas empresas-si tienes comes y si no ayunas.
La conclusión es que iniciamos el 2014 con la misma incertidumbre con que terminamos el 2013. Se rumorean despidos masivos en SACYR VALLEHERMOSO  y no parece haber síntomas de recuperación al menos en los bolsillos de los más débiles económicamente hablando. Y el caso es que parece que hasta los menos capacitados en asuntos económicos, consideran que es de cajón cambiar la política económica y en lugar de subir impuestos, bajarlos para recaudar más. Como en las rebajas de cualquier empresa, vaya. No asfixiar a la gente que ya está con el agua al cuello y dejarse de hipocresías que en nada repercuten  en  los salarios de nuestros políticos.

Pero como aún es tiempo de pedir algo a los Reyes Magos, yo les voy a pedir que iluminen a nuestros gobernantes para que le hagan caso a los asesores de todo tipo que gravitan a su alrededor. A lo mejor alguno tiene el remedio…