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sábado, 27 de diciembre de 2014

OTRA FORMA DE EXPLOTACIÓN.

Este es un viejo escrito (siglo pasado). ¿Pero es tan viejo?

Es una foto en portada; en ella, un niño, con esa cara que da el bienestar social que España parece haber conseguido, asoma sus pícaros ojos y su sonrisa de celuloide a un público al que, no cabe duda, va a conquistar con su aspecto.  En el interior de la revista, un reportaje a todo color, completa la colección de niños de idéntica pose. Porque poses son, en definitiva, las que hacen que un niño normal resulte más avispado, más simpático, más listo, más ocurrente que todos los que le siguen en las teleseries tan de moda en nuestras cadenas de televisión. Poses y guión. Y horas de ensayo para que lo ensayado parezca natural. Y explotación. Solo que esta explotación no clama al cielo como la de los niños que en países tan subdesarrollados como lo era España hace cuarenta años, trabajan el campo o la mina, o cambian su hambre por los empleos más denigrantes -que tratándose de niños lo son todos- sin saber que en ese mismo mundo que ellos habitan hay niños de cuento o de película a los que, probablemente, nunca podrán imitar.

La misma sociedad, que con toda razón, condena la explotación de esos pequeños cuerpos encorvados hacia el surco, mira complacido desde las butacas de su confort, esas angelicales sonrisas, o esas voces prodigiosas que ya sueñan con ocupar un puesto en el escaparate de los   elegidos.

Es posible que, más que una explotación, esto sea un privilegio para el niño que puede llegar a conseguir superar la difícil prueba ( casting creo que dicen ahora) a la que será sometido para conseguir su papel, y que  la utilización de su imagen sea  una necesidad de la sociedad que nos mueve. Lo que es evidente es que desde aquella inolvidable película que uno recuerda como de las primeras que vio en su vida y en la que un niño prodigio (que lo luego no llegó a destacar demasiado porque los niños prodigio, cuando dejan de ser niños ya no son prodigio) daba vida en " Marcelino Pan y Vino", a un niño pobre y angelical, pasando por todas las niñas y niños prodigio que han sido ( Joselito, Marisol, Rocío Durcal, etc.) hasta los que en nuestros días copan anuncios y series interminables, los niños han sido un producto que vende bien y del que se han sacado pingües beneficios. No estoy tan seguro de que los propios niños hayan salido beneficiados a lo largo de su vida, y ejemplos hay de que no ha sido así; que el dinero fácil , la vanidad, o el reconocimiento conseguido a una edad en la que no es fácil asumir tales logros, han perjudicado el desarrollo de una personalidad coherente y equilibrada.


Es frecuente ver a adolescentes de las series actuales ( encuadrados en familias modernas y generalmente divorciadas), con unas elevadas cotas de protagonismo que parece dirigido a que las familias que ven tales series, reciban una educación tan amanerada y fuera de lugar como la que los guionistas pretenden vendernos como estereotipos de familias al uso. Yo creo
que se exceden quienes consideran normal que unos jóvenes manipulados por exigencias de un guión generalmente circunstancial, sirvan de ejemplo a los jóvenes de su generación desde unos planteamientos sociales que, pareciendo frescos y espontáneos, no hacen sino encajar como piezas de un rompecabezas en los fines que pretenden los productores, que no es otro que hacer atractivo el producto para conseguir cotas de audiencia millonarias. Que se alcancen esas metas no siempre demuestra que ese es el camino para conseguir una sociedad moderna y libre de prejuicios. Más bien pienso que es una solapada manera de la que se vale la voraz sociedad de consumo, para introducir marcas, modos y actitudes encaminadas a conseguir los únicos propósitos que a esta sociedad interesan.

Es cierto que no desdicen mucho los comportamientos de los jóvenes peliculeros con los  de nuestros propios hijos y que tal vez los padres estamos fuera de esa órbita en la que ellos se mueven. Pero es indudable que estas series ayudan a afianzar unas posturas - no siempre aleccionadoras- contra las que nadie levanta la voz.

De manera que nos encontramos con una explotación en cadena al más genuino modo americano ( no en vano de allí parten las más avanzadas técnicas de conquista de mercados, que son en definitiva una nueva manera de ganar las guerras aunque éstas sean solamente económicas) que consiste en utilizar el subterfugio para enmarañar el único móvil que mueve el mundo actual: La avaricia.

Supongo que éste, será un artículo decadente a estas alturas de milenio: que como casi siempre pasará inadvertido para quienes tienen en sus manos el poder de la manipulación - que no es mal poder-; que la utilización de niños para estos menesteres está regulada por una ley de protección al menor que tratará de evitar los abusos y excesos.

Son las lagunas, lo no escrito, lo consumado subconscientemente, lo que preocupa a este humilde colaborador de una humilde revista de pueblo. El peligro está en el lazo, en la trampa sutil y golosa que hace caer al mastodonte.

A lo mejor, mentalizarse,  es cuestión de tiempo

viernes, 19 de diciembre de 2014

LA PROMESA.

La promesa.-


Se asomaron al patio, donde la parra, en sazón, mostraba sus prietos racimos dispuestos ya para ser vendimiados; bajo los soportales, sendas cortinas listadas protegían las puertas de acceso a las distintas viviendas de la casa y en el centro, como presidiendo aquel paradisíaco lugar, un viejo tonel hacía las veces de macetón en el que una palmera de considerables proporciones mecía sus ramas a impulsos de una apacible brisa; alrededor, y en viejas latas de pintura, geranios de todos los colores, ponían su toque de frescor en aquel encalado lugar que las vecinas se encargaban de tener tan primorosamente limpio.

-Mira Juliana -dijo, asomándose,  un hombre que aparentaba tener unos setenta años-, está igual que antes de marcharnos.

La mujer corrió la cortina y sintió en sus ojos la herida de luz de la hermosa mañana. Se hizo sombra con la mano a modo de visera y escudriñó todos los rincones con detenimiento.

-Como si no hubiera pasado el tiempo -dijo rememorando una época en la que ella era parte activa en el bullicio de aquella casa.

Habían transcurrido casi cuarenta años desde aquella mañana en la que Alfonso, su marido, le comunicó su decisión de marcharse del pueblo.

Y bien mirado, fue lo mejor que pudieron hacer; porque en Barcelona, a pesar de las dificultades de los primeros años, se les abrieron caminos que en el pueblo no hubieran conseguido ni soñar. No fue fácil, es cierto, pero consiguieron comprar un piso en L¨Hospitalet -un cuarto sin ascensor, pero quién lo necesitaba entonces-, en el que nacieron sus hijos y en el que fueron haciendo frente a la vida desde la seguridad que da un techo propio.

Luego, los chavales, que salieron buenos, consiguieron trabajo en la floreciente industria textil catalana; trabajo que compaginaron con estudios de contabilidad e idiomas, que les permitieron salir del peonaje y ocupar puestos de responsabilidad. Ellos, los hijos, eran catalanes, pero sus padres se encargaron de inculcarles el amor por su pueblo manchego. Un pueblo que, por circunstancias de trabajo,  no habían tenido ocasión de conocer, pero del que sabían que tenía un Gran Teatro, un Paseo de los Pinos con su Banco de la Paciencia; una Fábrica de Harinas tan hermosa que parecía un palacio, un Hotel Casino que era envidia de propios y extraños... y, sobre todo, el más hermoso nazareno salido de las manos de un imaginero: el Cristo del Perdón, el Patrón del pueblo, del que tantas veces habían oído hablar.          
        Estas eran las señas de identidad de un lugar: el lugar en el que nacieron sus padres y antes sus abuelos; el lugar en el que sus apellidos se repetían desde hacía varias generaciones; el lugar en el que aún conservaban la humilde vivienda familiar a la que nunca quisieron renunciar.

-Como si no hubiera pasado el tiempo -buscó Juliana la mano de su marido y la apretó con ternura.

Después de tantos años imaginándolo, ahora les parecía imposible aquella realidad. Remozada la casa, jubilados ya y satisfechos por el deber cumplido, orgullosos de haber conseguido que, a sus hijos, les pareciera necesario recuperar aquel hogar lejano del que un día tuvieron que partir.

Y aquí estaban, hoy,  todos. Y , en la calle, sonaban las cornetas y tambores con esa marcialidad de las grandes ocasiones. Porque era Fiesta Mayor; la mayor fiesta;  la Festividad de Nuestro Padre Jesús del Perdón. Y esta noche, desde el silencio, desde la emoción, iban a cumplir una promesa que hicieron al marcharse, hacía ya cuarenta años: salir descalzos detrás del Cristo...










lunes, 15 de diciembre de 2014

ANÁLISIS (Del poemario inédito DE DIOSES Y DE HOMBRES)

Análisis.-

Partimos de una base: Lo que somos,
lo que creemos que somos
y lo que ignoramos que somos.
Y ahí empieza el problema.
El problema es saber que, sin ser un dios,
tienes que actuar como si lo fueses.
Si fueras una planta, te bastaría con ser;
si una piedra, con estar;
si fueras una gota de agua
y tuvieras la misión de hacerte mar
te deslizarías incansable hasta el océano.
Pero eres hombre, y no tienes una misión específica.
Sabes, o crees que sabes, que eres más que una planta,
y para demostrarlo, te mueves;
vas y vienes con la seguridad de quien sabe adónde va..
Sabes, eso dices,  que eres más inteligente que un animal
y te rodeas de confort para poner distancias
en la escala biológica.
Sabes que tienes capacidad creativa
y eriges rascacielos sobre la corteza de esta tierra
a la que por el momento, has dejado muda.
También sabes, a pesar de todo sabes,
que tu ciclo vital es como el de la más humilde hierba
y terminará por sorpresa,
sin que tú puedas poner remedio alguno a pesar de tus capacidades.
Sabes todo eso y sigues cumpliendo la que crees tu misión,
la de actuar como un ser superior,
como un dios pequeño en fase de desarrollo.

Y como sabes que la duración de la vida no te basta para conseguirlo
inventas, para eso tienes esa capacidad, una vida eterna,
una resurrección gloriosa de la carne,
un edén a la medida de tus deseos.
En el fondo, te dices necio,
y te haces las preguntas que se hace un ser inteligente,
no un perro, ni una planta, ni una gota de agua.
Te haces las preguntas que se hace un hombre:
Por qué, para qué, cuándo, cómo dónde... Y sufres.
Sufres porque no vale la pena
complicarse la vida hasta el extremo de un dios
por pequeño que este sea para, un día, dejarlo todo
tal y como te lo encontraste a tu llegada;
porque envidias la naturalidad con que las hojas
aparecen y desaparecen;
porque quisieras ser parte de los elementos
como la gota de lluvia, o la piedra del camino.
Sufres, pobre dios, pequeño dios,
porque tienes la misión más difícil
de las encomendadas a todos los seres que pueblan

este lugar de misterio: La de entenderte.

martes, 9 de diciembre de 2014

CON EL DEBIDO RESPETO.



Carta abierta al alcalde de Manzanares.-

Lo malo de ser alcalde, Sr. Alcalde, es que, desde ese cargo, uno se pone en el disparadero, pero por la parte de atrás, es decir en la diana.  Y es que corren malos tiempos para aventurarse en ese menester.  Y sobre todo, corren malos tiempos para hacer profesión de la política. Los que le conocemos  ¿quién no conoce en Manzanares las siglas ALM?, sabemos de su buen hacer, de sus comienzos en una pequeña habitación de la c/ Virgen de Gracia, de su posterior evolución, de su extraordinario  desarrollo profesional, de su vida cotidiana, tan común, o tan singular, como la de cada uno de los habitantes de este Manzanares de nuestra entraña. Los que le conocemos sabíamos que era usted un hombre normal, emprendedor, trabajador, honrado, buena gente… que tendría usted sus virtudes y sus defectos, como todo el mundo. Pero hasta ahí llegábamos. A nadie le importaba su persona más allá de esa imagen con la que todos  nos proyectamos hacia la sociedad;  si, es un poner, hacía usted crucigramas en su despacho de la calle Pérez Galdós o estudiaba  posibles inversiones; si se gastaba su dinero, bien ganado, en lo que le apeteciera, o disfrutaba viendo crecer su patrimonio en esos carteles anunciadores de venta de parcelas. Porque eso entraba dentro de su  desarrollo personal, de su vida privada, de esa parcela en la que cada cual se manifiesta sin miedo al qué dirán, porque entre otras cosas, el qué dirán sólo podía ser fruto del beneplácito  de quienes tienen una perspectiva lógica de las cosas,  o de una malsana envidia de quienes  sólo se alimentan de una bilis ponzaoñosa.

Usted gozaba, goza, de un prestigio social adquirido día a día durante su ya dilatada trayectoria profesional. Y  tiene la suerte de dar una imagen acorde con esa personalidad. Pero por encima de todo era usted un hombre valorado. Porque en el fondo, aunque nos joda ver como alguien pisa el acelerador y nos pasa como un meteorito, todos apreciamos las cualidades que se dan en quienes destacan en cualquier orden de la vida.

Pero llega un punto (Y corríjame si me equivoco), en el que uno piensa: Lo he hecho todo, lo tengo todo ¿Qué más puedo hacer? -¡Ser alcalde! Parece decirnos una voz interior. Luchar por los intereses de mi pueblo, mejorar su imagen, proyectarlo hacia una dimensión nueva, exportarlo al resto de España y hacerlo esplendoroso. Porque, estoy seguro, no es la vanidad personal la que nos mueve, aunque si  lo fuera también sería  admisible. Es el deseo, las ganas de hacer cosas, de conseguir retos,  y, si el tiempo y las circunstancias lo requieren, ser reconocido como alguien que pasó por la vida dejando una huella positiva.

Esa sería, en teoría, la manera de pasar de uno a otro empeño, de uno a otro  escalafón.  De pasar de ser  un gran emprendedor a un gran alcalde, puesto que las condiciones como persona las tiene y la capacidad de actuación se le reconoce.

Pero llegamos a la diana cuando la situación es tan convulsa que todo el mundo estamos con la mosca/escopeta detrás de la oreja; dispuestos a disparar nuestros dardos al centro mismo del círculo principal. Y llega el momento de bailar con la más fea; de lidiar a un morlaco resabiado que sabe latín y va derecho al cuerpo –acéptenme la metáfora-. Y no es que sus proyectos no sean los adecuados, o que sus ideas respecto al desarrollo de nuestra ciudad no sean válidas, que probablemente lo sean. Es que usted ahora es alcalde. Y tiene sueldo como tal. Y en su cargo va implícita la crítica, el comentario más o menos acorde con sus movimientos; la dualidad de ser de un partido y al mismo tiempo, del pueblo que lo votó. Yo sé, me imagino, que en esa situación debe ser difícil adoptar una postura coherente con el sentir de todo el mundo. Y que cualquier paso que Vd. de,  será mirado con lupa. Con la gigantesca lupa de quienes estamos pendientes de la paja en el ojo ajeno.

Pero es lo que hay, Sr. Alcalde. En este teatro del mundo cada cual asume el papel para el que cree estar capacitado. A veces nos capacitan los errores,  otras veces la propia experiencia. Y, como mal menor, hacemos de tripas corazón y nos acostumbramos a vivir con el sambenito que nos quieran aplicar. O decimos basta, que también puede ser una postura coherente en según qué circunstancias.
No espero molestarle con esta reflexión personal que ni siquiera es una crítica. Lo que pretendo, lo que me agradaría,  es que asuma su nueva posición sabiendo que se debe a esas críticas; que quienes no le han votado también son su pueblo; que por encima de las consignas de partido está la defensa de los intereses de sus paisanos, de todos; que se revista de magnanimidad y admita los comentarios de quienes no estén de acuerdo con su línea de actuación. Porque de la discusión sale la luz. Y porque a quienes miramos, que también somos parte de ese teatro en el que nos toca interpretar este papel -qué sería del teatro sin espectadores-, captamos mucho más de los gestos, que también son lenguaje, que de la palabra que a veces no concuerda con el gesto.

En fin Sr. Alcalde, qué puedo decirle que usted no sepa. Ojala salga de esta legislatura siendo tan valorado como lo es en la empresa privada y sepa ganarse la confianza de todos los ciudadanos que, aún queriendo cambios, como demostraron las urnas, no admiten que aquellos a los que votaron, pisoteen sus derechos.


Reciba un cordial saludo.

viernes, 5 de diciembre de 2014

CONVERSOS

             
                          1
Permitidme, poetas,
que hoy me sienta con ganas
de componer poemas viscerales
con palabras del pueblo.
Dejadme que aún persiga la esperanza
de ser unión y vínculo.
Dejadme que me entiendan
los que siempre vivieron engañados
con tanta retórica aprendida
en libros de gramática.
Dejadme sospechar
que aún quedan sueños
para crear auroras.
Dejadme que el mañana esté en mis versos
como esperanza al menos
para el que ahora sucumbe.
Dejadme hacer,
aunque mi verso escueza,
aunque no tenga forma,
ni rima, ni medida;
aunque alguien se sonría
y me tache de ingenuo.
No me cerreis la puerta
con un verso rizado
con un tirabuzón endecasílabo
        con una tropelía de metáforas
vacías de sentido.
No me cerreis la puerta
mientras quede miseria entre las uñas
de los afortunados, de los inteligentes,
de quienes pueden dar el visto bueno.
2
Componer es jugar con las palabras
cambiarlas de lugar cuarenta veces
acechar los sinónimos precisos,
descubrir nuevas formas,
investigar las sílabas hasta hacerlas papilla
y después digerirlas
en una creación sodomizada.
Pero es la frialdad la que rezuma
la asepsia la que impera en esos versos
que surjen de una noche inhabitada.
3
Dejad que de la ciénaga
surja el ser más perfecto
el más esplendoroso de los hombres
el superhombre atómico
que nos traiga el maná de la tibieza.
Quizás es el sopor
el estado de gracia y de él venimos.
Seres inacabados, imperfectos,
        una tara genética nos hace
odiar hasta la muerte
o amar hasta la vida.
4
En este corazón desvencijado
canoso ya de vida consumida
está desde la albura decidida
mi suerte de mortal, estoy marcado
con un hierro candente en el costado.
Por eso en esta vida compartida
me consuela saber que no es mi herida
ni peor ni mayor que la de al lado.
Y entre muerte y dolor sigo viviendo
una porción de tiempo insuficiente
para encontrarme al fin con la esperanza.
Y lo que en esta vida estoy haciendo
no deja de fluir de la corriente
en la que vamos, hacia el mar, muriendo
5
Y termino mi charla
mi poema o mi qué. Cómo saberlo.
Soy fruto de un impulso
que camina perdido.
Voy limpiando maleza en mi camino.
Mi mano encallecida
va empuñando la  hoz,
                        el  martillo, la pluma
                según la circunstancia
y la necesidad que me somete.
6
Perdonadme, poetas,
me quedo con la gente
que aún sueña madrugadas de relente,
que aún tiene corazón y sufre y ama
desde su condición de condenados.
Mi verso es oración, alguien lo ha dicho
                        hace tanto que ya me suena a nuevo.