Hora prima.-
Siento frío. La humedad de esta
mazmorra se me cuela en los huesos. Sé que hoy será mi último día. Lo
presiento.
De nuevo, el sol, ha roto el
denso celaje de las tinieblas y una vaga claridad, inunda el cubículo en el
que, junto a otros condenados, aguardo el supremo momento de la crucifixión. Me
gustaría poder ver la plenitud de esta claridad que apenas traspasa los angostos
tragaluces de mi encierro. Me gustaría respirar a pleno pulmón ese aire de
libertad que, graciosamente, se brinda hasta a la más humilde brizna de hierba.
Me gustaría abrazar a mis amigos y decirles lo mucho que su compañía significó
para mí. Me gustaría mirar de frente a los que me han condenado y entender el
porqué de su severo juicio. Me gustaría saber qué ha inducido a uno de mis
mejores amigos a entregarme de manera tan alevosa. )Acaso mi actitud hacia él no fue
siempre la correcta? Me gustaría saber que esta pesadilla pasará de un momento
a otro y que el carcelero abrirá la puerta de la celda pronunciando mi nombre y
anunciando mi libertad. Me gustaría llorar de gratitud por quienes, entendiendo
su error, vinieran a ofrecerme sus disculpas. Me gustaría...
Hora tercia.-
Mis compañeros de celda
bostezan, cantan, maldicen, ríen, suplican... todo de una manera convulsiva;
gritan hasta desgañitarse, convencidos de que nadie hará caso a sus
manifestaciones. Impresionan sus gritos, pero no les tengo miedo; todos estamos
atados, mediante una argolla en el tobillo, a una cadena que nos amarra a la
pared de manera insalvable. Pero estoy como aislado del grupo. Ellos lo saben,
saben que no soy ladrón, ni asesino, ni salteador de caminos. Lo saben por el abatimiento
que me aflige, por la soledad que transmite mi mirada, por la indefensión que
demuestra mi sumisión. )Cómo explicarles que así está
escrito, que mi destino pasa por el amargo trance de una muerte cruenta?
Uno me mira y se ríe. AUn cordero, parece un cordero@ dice entre risotadas a los
demás que corean su ocurrencia. ADéjalo tranquiloA, dice el más cercano a mí, un
hombre de larga barba negra, condenado, como todos a la cruz. A)No ves que no es como nosotros?@ Lo miro con agradecimiento. AHoy estarás conmigo en el
Paraíso@, digo en voz baja, sin
atreverme a desatar las risas de los otros.
Hora sexta.-
Mi corazón está afligido. Por
ti, madre, a quien no he podido demostrar todo el cariño que como hijo te
profeso, cuando tú has demostrado, hasta la abnegación, de lo que es capaz el
amor de una madre. Por ti, padre, que te esforzaste en enseñarme los rudimentos
de tu oficio sin terminar de comprenden que mi destino me llevara por otras
veredas. Por vosotros, amigas y amigos, discípulos bienamados que me seguisteis
sin preguntas y soportasteis a mi lado penurias y privaciones. Mi corazón está
afligido porque el Mundo no ha entendido mi mensaje y al condenarme a mí, no
sólo desoyen mis enseñanzas, también anulan su esperanza. Mi corazón está
afligido porque ha llegado el tiempo de la entrega y aún queda tanto por hacer.
Mi corazón está afligido, porque pronto los cerrojos de mi celda se abrirán
para llevarme hasta ese calvario en el que la multitud pedirá a gritos mi
muerte sin entender que no son mis palabras, sino su incomprensión, la
verdadera razón de mi sacrificio. Mi corazón está afligido porque siento el
frío de mi noche y no sé si sabré soportarlo con la entereza que se me exige.Mi corazón está afligido.
Hora nona.-
El escarnio, la humillación, la
crueldad, el dolor físico, no son, ya, nada. Estoy aquí, clavado en esta Cruz
que las generaciones venideras adorarán, roto por los golpes, extenuado por la
sed, agotado por el sufrimiento. Y aún percibo la belleza crepuscular de esta
hora final de mi existencia. Como si con ello quisieras, Padre, darme a
entender que la perfección está al otro lado, en esa ribera en la que la vida comienza a tener dimensión de
eternidad.
.
Hubiera podido renunciar a mis
creencias, a mis prédicas; dar la vuelta a las adversidades que has puesto en
mi camino. Hubiera podido venderme a los poderosos, aceptar sus dádivas,
disfrutar en sus cenáculos, gozar de sus placeres. Porque en nada me hiciste
distinto a ellos. Pero no hubiera sido digno hijo de mi Padre si no hubiera
ejecutado su mandato sin temor a las consecuencias. Por eso estoy aquí, en la
cruz de los condenados, para que tu voluntad se vea cumplida a través de la
debilidad de mi carne.
Perdónalos, porque no saben lo
que hacen. Aunque demuestren seguridad en sus actos, aunque su efímero poder
les haga creerse en posesión de la verdad. Aunque sus leyes, promulgadas en
base a los intereses de privilegiados dictadores, les impida ver lo injusto de
mi condena. Perdónalos, porque no es el odio hacia mí el que les hace dar este
paso, sino el miedo a perder sus privilegios, su potestad, su conquistada
parcela de bienestar. Al oír que yo anunciaba tu Reino se han removido en sus
asientos. Me han tomado por un loco o, lo que es peor, por un conspirador. No
han sabido descubrir la trascendencia de mis palabras. Perdónalos, Padre,
porque aún no saben lo que hacen.
Final.-
En tus manos encomiendo mi
espíritu. Un espíritu fortalecido a base de renuncias, de sacrificios, de
voluntad. Hubiera sido fácil sucumbir, pues, como hombre, he sentido miedo,
debilidad, deseos de romper tus sagradas ataduras. Pero ya ves, estoy aquí en esta
entrega final que me exiges, superados los miedos, consumada mi existencia en
base a tus designios. Nada, en apariencia, me diferencia de estos hombres que a
mi lado han seguido mi propia suerte . Sólo tu luz dulcifica este instante de
soledad en el que voy perdiendo la consciencia...